Vivir en una época de comunicaciones rápidas —mensajes de texto instantáneos, transmisiones de noticias en vivo, etc.— es conveniente. Sin embargo, cuando tengo que esperar por cosas tales como que me llegue un paquete o que la semana de trabajo finalice, puede que me sienta impaciente. Una semilla no puede apurarse, no importa cuán fervientemente añore probar su fruto.

Si encuentro que soy impaciente o que estoy forzando un resultado, hago una pausa y observo mis intenciones y emociones. Centro mi atención en el tiempo perfecto de Dios. Recuerdo que las cosas se darán en el momento perfecto y de la manera correcta. La paciencia me brinda paz mental según voy en pos de mis sueños.

En mis ratos de devoción, contemplo mis muchas bendiciones: mi vida, mis seres queridos, mi casa, mi comunidad y mucho más. Permito que la profundidad y plenitud de estas bendiciones vivifique y alegre mi espíritu.

Con gozo en mi corazón, digo una oración de gratitud por mis bendiciones: Gracias, Dios, por Tus regalos: vida, prosperidad, comprensión, fe y muchos más. Vivo cada día con confianza y serenidad, porque Tú y yo somos uno.

Mi corazón se abre de par en par a medida que acojo mentalmente a todas las personas y situaciones en mi vida. Reconozco las bendiciones de sabiduría, comprensión, claridad, amor, gozo y amistad que cada una ha traído a mi vida y siento gratitud.