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General: LA PALABRA DIARIA MES DE JUNIO
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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 02/06/2017 13:44 |
Mi mente, cuerpo y espíritu actúan como una fuerza poderosa para el bien.
Mi mente o tiene pensamientos de temor y limitación o de amor y posibilidades; mi cuerpo responde a su medio ambiente interno y externo; y mi espíritu infunde todo lo que me comprende. Mi mente, cuerpo y espíritu están en comunicación constante.
Si siento incomodidad en mi cuerpo, encuentro consuelo en el Espíritu mediante afirmaciones saludables. Mantengo mi mente abierta y positiva. El cuerpo tiene la sabiduría del Espíritu y, al prestarle atención, puedo recabar información valiosa. Cuando no estoy seguro acerca del mensaje de mi cuerpo, respiro profundamente y le pregunto qué me trata de decir. Presto atención a mi mente, cuerpo y espíritu.
Si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.—Lucas 11:36 | | | | |
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De: Taty |
Enviado: 03/06/2017 00:43 |
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Yo soy un ejemplo viviente y amoroso de la naturaleza crística.
Cada persona en mi vida, presente, pasada o futura, es un regalo más valioso que cualquier presente material. Mi vida ha sido bendecida por aparentes ángeles de Dios en forma humana. Yo soy elevado, motivado e inspirado. Demuestro ese comportamiento cuando reflejo amabilidad, compasión y amor en mis interacciones.
Aprecio la sabiduría y la bondad en todas las personas. Yo soy un modelo de amor, perdón y aceptación. Con un corazón dispuesto doy de mi tiempo, de mis talentos y de mis tesoros a quienes los necesitan. Estoy eternamente agradecido al Espíritu divino por la oportunidad de bendecir y de ser bendecido gracias a relaciones personales satisfactorias.
En fin, únanse todos en un mismo sentir; sean compasivos, misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente.—1 Pedro 3:8 | | | | |
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Mi mente, cuerpo y espíritu actúan como una fuerza poderosa para el bien.
Mi mente o tiene pensamientos de temor y limitación o de amor y posibilidades; mi cuerpo responde a su medio ambiente interno y externo; y mi espíritu infunde todo lo que me comprende. Mi mente, cuerpo y espíritu están en comunicación constante.
Si siento incomodidad en mi cuerpo, encuentro consuelo en el Espíritu mediante afirmaciones saludables. Mantengo mi mente abierta y positiva. El cuerpo tiene la sabiduría del Espíritu y, al prestarle atención, puedo recabar información valiosa. Cuando no estoy seguro acerca del mensaje de mi cuerpo, respiro profundamente y le pregunto qué me trata de decir. Presto atención a mi mente, cuerpo y espíritu.
Si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.—Lucas 11:36 | | |
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Paso y crezco a través de cada estación de la vida.
Algunas áreas del mundo disfrutan de las cuatro estaciones, con la primavera dando paso al verano, luego el otoño y el invierno. Durante estas épocas, los árboles y el follaje reflejan estas variaciones.
Yo también avanzo. Mi vida y cuerpo reflejan las progresiones naturales de mi viaje. Físicamente, la primavera de la juventud da paso a la etapa adulta y a la sabiduría que proviene de la edad. Mentalmente, puede que a veces me sienta estancado o adormecido; mas otras veces, me siento vivaz y lleno de energía. A través de todo, mi crecimiento interno prepara el camino para mis logros externos.
Avanzo continuamente, creciendo espiritualmente y aprendiendo cada día. Progreso y florezco con cada estación de la vida.
Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad.—Eclesiastés 3:1 | | | | |
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De: pupis |
Enviado: 08/06/2017 07:55 |
Se podría decir que estas palabras de Jesús en el huerto, poco antes
del arresto final, son para el Evangelio de Juan algo así como el
testamento de Jesús, la expresión de sus últimas voluntades. En el texto
de hoy hay un deseo muy especial de Jesús: que sus discípulos sean uno
como el Padre y el él son uno. Jesús habla de la unidad. Pero no es una
unidad cualquier la que se tiene que vivir en la comunidad de sus
discípulos, en la Iglesia. Tiene que ser una unidad como la que él vive
con el Padre, con su Abbá.
En nuestro mundo se habla mucho de unidad y pocas veces se
consigue. Es que también hay formas diversas de conseguir la unidad. En
el ejército, por ejemplo, todos funcionan bien unidos, hay una gran
disciplina. Se consigue a base de autoridad clara, de una línea de mando
que todos saben que tienen que obedecer. Sin rechistar. Para el que
dice algo hay prevista una sanción severa. No creo que esa sea la unidad
que nos pide Jesús a los que le seguimos.
Porque unidad no es uniformidad. No significa que todos tengamos
que pensar igual, que vestir igual, que hacer y decir las mismas cosas.
Eso podría ser un pelotón de autómatas pero nunca la comunidad de
Jesús.
La comunidad de Jesús tiene que vivir la unidad al estilo de la
relación que hay entre el Padre y el Hijo. Lo primero que hay que decir
es que esa unidad no se basa en la disciplina ni en el temor a la
sanción. Es una unidad que florece como consecuencia del amor mutuo, de
la donación total del uno al otro. Lo segundo es que una unidad que
florece en la tierra de la libertad. Hay que recordar aquello que decía
Pablo: “Para ser libres nos liberó el Señor”.
Por tanto, tenemos que construir nuestra unidad en el amor y en la
libertad. Y no hay más instrumento que el diálogo, la escucha, la
empatía, el trato personal. La unidad no se construye desde ya a golpe
de orden y autoridad. Se va haciendo poco a poco. Es proyecto más que
realidad. Es tarea de todos a partir siempre del respeto al otro. Es don
ciertamente pero también es compromiso y esfuerzo de todos.
Jesús oró para que esa unidad se realizase en su Iglesia. Ahora es
tarea nuestra hacerla realidad. Para que en esta casa del reino nadie
quede fuera, excluido, y todos nos sintamos miembros de la única familia
de Dios.
PALABRA DE DIOS...
TE ALABAMOS SEÑOR...
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La voz divina del Amor me restaura y revitaliza.
Jesús enseñó y demostró que las palabras que él habló son Espíritu y Vida. Sigo su ejemplo y dirijo mi atención al espíritu crístico en mí. Desde lo profundo de mi ser, la voz de amor incondicional llena mi mente y mi corazón. Absorbo estas palabras sanadoras de Verdad en mi conciencia. El espíritu crístico es mi fuente de fortaleza y salud.
Las palabras de Jesús eran palabras sanadoras. Así que cuando oigo la voz del Amor que me habla tiernamente, mas con poder y autoridad, recuerdo que soy sano, digno y uno con el Espíritu. Al reafirmar estas Verdades para mí mismo, ellas reverberan por todo mi ser. Me regocijo a medida que el Espíritu renueva y revitaliza cada parte de mí.
Hijo mío, presta atención a mis palabras … Ellas son vida para quienes las hallan; son la medicina para todo su cuerpo—Proverbios 4:20, 22 | | | | |
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