Nos vamos olvidando de lo que es importante y priorizamos lo que creemos que es urgente, o importante para otros.

Nos vamos olvidando de nosotros mismos: de nuestros sueños, de nuestras inspiraciones, de nuestras ganas.

Nos vamos olvidando que nuestro cuerpo es importante, que no es solo nuestro vehículo, sino la expresión misma de nuestro ser, y dejamos de cuidarlo.

Nos vamos olvidando de que tenemos una voz, de que hay algo para decir, para aportar, y que siempre va a haber alguien a quien le haga bien escucharnos.

Vamos silenciando nuestros deseos. Vamos empequeñeciendo nuestros espacios. Vamos creyendo que los sabores artificiales pueden reemplazar a los verdaderos.

Vamos creyendo lo que nos hacen creer, en lugar de cuestionar la validez de lo que dejamos entrar en nuestras mentes.

Vamos postergando el disfrute, el goce, la vida plena…

Hasta que sucede algo que nuestra lógica limitada ya no puede entender. Hasta que nos damos cuenta de que la forma en que veníamos explicando lo que nos pasaba ya no nos sirve. Hasta que finalmente tomamos la decisión de VIVIR, vivir con mayúsculas.

Tal vez no haga falta una enfermedad, un accidente, un dolor intenso, una pérdida, un abandono, para decidir honrar quienes somos. Tal vez podamos salir del sopor por decisión propia, no al vernos forzados por un evento fuera de nuestro control. Tal vez podamos comenzar a vivir una vida inspirada sin necesidad de pasar por un gran sufrimiento.

En la medida en que nos volvemos más completos y humanos, más centrados y conscientes, vamos contribuyendo a lograr una pareja mejor, una familia más amorosa, una sociedad más armoniosa. El tiempo y espacio que nos dedicamos para conocernos, estar presentes con nosotros mismos, generar ganas y darnos cuenta de lo que realmente es importante para cada uno de nosotros en esta vida, es lo más amoroso que podemos hacer por nosotros mismos. El volver a nosotros mismos, a sentirnos realmente “en casa” con quien somos, es la experiencia más hermosa por la que podemos pasar.

Laura Szmuch