Procura caminar sobre los guijarros sin dejar
de admirar la belleza de sus formas y deja a
tus ojos el privilegio de contemplar el silencio
del amanecer y la gracia de las garzas al
describir con sus alas los colores del atardecer.
Afina tus oídos para oír la débil voz de las hojas
al caer sobre el camino y anímate a seguir
el ritmo de las olas al besar las rocas del
serio acantilado.
Aprende de la naturaleza las lecciones
escondidas
en sutiles fragancias, frágiles cartílagos,
e insignificantes escarabajos.
Acepta los consejos de los hombres probos,
aunque viejos, porque si bien la razón ilumina,
la experiencia es el lenguaje de todos los tiempos.
Esfuérzate por mantener tus manos limpias
y tu corazón libre de sobresaltos. Así,
cuando llegues al ocaso, podrás salir al
encuentro de tu Padre y Creador sin sentir
vergüenza de tu vida.
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