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Asume los controles de la mente,
limitando su intrínseco ejercicio,
maligno duende, cuyo sólo oficio
radica en sombrear lo transparente.
Me infunde dudas, cuando no me miente,
y en su zigzag de acoso subrepticio
sabe adentrarse por cualquier resquicio
que pueda darle acceso al subconsciente.
En tal punto y lugar me desafía,
torna la incertidumbre toda mía,
y maniata propósito y razón.
Su negatividad desarticula
mi aptitud de pensar, y manipula
toda mi facultad de decisión.
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