Vivo en el espíritu de oración respondida. Si tengo una pregunta en mente o una necesidad que me preocupe, doy gracias porque la vida divina es la respuesta a toda pregunta que pueda tener. A medida que duermo, me despierto y vivo mi día, dejo ir. Libero las preocupaciones sabiendo que la respuesta correcta surgirá en gracia y paz.
Dejar ir requiere que no me aferre al problema con duda ni temor. Al ejercitar este nuevo tipo de fe, suelto cualquier preocupación o inquietud, sabiendo que mis necesidades son satisfechas de manera divina y ordenada.
Mi vida fluye con facilidad. Avanzo con confianza para encontrar la solución perfecta y la respuesta correcta llega a mí con rapidez. Vivo, me muevo y tengo mi ser en Dios.
Ciertamente, tú eres mi roca y mi castillo; guíame; encamíname por causa de tu nombre.—Salmo 31:3