Voz
Me acaricia tu voz más que tu mano,
profundizando hasta la zona oscura
donde la piel no alcanza, la más pura
fricción que experimenta el ser humano.
Tiene el tacto gentil del hortelano
atendiendo las rosas, la ternura
de la madre hacia el hijo, y la frescura
del virginal impulso, ya cercano.
Mi espíritu responde, silencioso,
aflorando a los ojos, y en el foso
de tu mirada, en vertical, cayendo.
Y allí, mi voz callada te conversa.
Tú, por la voz, en mi interior inmersa;
y sobre ti, yo mismo me trasciendo.