Sabías que el sol
su calor ya no me satisface
que la lluvia no sacia mi sed;
y que la inmensidad del cielo
¡no me llena!
Sabías que ya no pienso en mí,
que lo que bombea mi corazón
no es sangre; y que para sólo
¡existir necesito amor!
Sabías que ya no disfruto el viento
en mi rostro,
que ni las hojas de otoño o el color
del arcoíris me alegran.
Y que mis ojos, incondicionalmente, sólo
¡ven tu reflejo en el horizonte!
Sabías... Que tú provocas todo eso en mí.