Hay un misterio oculto en cada mano,
una corriente eléctrica, un conjuro,
un pulso indefinido, un roce puro
que en cada situación ve un gran piano.
Al tocarte, despiértanse en el llano
coplas y luz; estalla el semioscuro
crepúsculo en fulgor, y me apresuro
al beso audaz, recíproco, pagano.
Te llevo de la mano, y la energía
que entre los dedos fluye, es melodía
tácita que no alcanzan los oídos.
Vibre esa voz armónica en tu mente,
y percibe la gama iridiscente
que va de mi sonrisa a mis gemidos.
Francisco Alvarez Hidalgo
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