Siempre que te sientas triste, siéntate en silencio y deja que
esa tristeza te invada; no trates de escapar de ella. Siéntete lo más
triste que puedas. No la evites. Recuerda ésto. Llora al máximo,
tírate por el suelo, revuélcate... y deja que desaparezca por sí misma.
No la expulses; se irá, porque nada permanece para siempre...
Cuando se vaya, te sentirás descargado, absolutamente aliviado,
como si toda fuerza de gravedad hubiera desaparecido y pudieras
volar, sin peso alguno. Es el momento de entrar en ti mismo.
Primero, ábrete a la tristeza. Corrientemente, no te abres a ella;
buscas sistemas para poder fijarte en otras cosas;
vas al restaurante, te reúnes con amigos, lees un libro o
vas al cine, o tocas la guitarra; haces algo para poder
sumirte en ello y distraer tu atención.
Has de recordar ésto: cuando te sientas triste, no te
pierdas la oportunidad. Cierra las puertas, siéntate y siéntete
tan triste como puedas, como si el mundo entero fuera un infierno.
Sumérgete en ella, profundiza en ella. Deja que cualquier
pensamiento de tristeza te invada, deja que la emoción te agite
Y llora, gime, exprésate... en voz alta... no tienes por qué
preocuparte. En primer lugar, vive esa
tristeza durante unos días,
y cuando la tristeza desaparezca te sentirás muy calmado,
tranquilo, como tras una tormenta. En ese momento siéntate en
silencio y disfruta del silencio que está apareciendo en ti.
No lo has provocado; te abriste a la tristeza. Cuando la tristeza
desaparece, en ese espacio, surge el silencio. Escúchalo.
Cierra tus ojos. Siéntelo... percibe su textura...
su fragancia. Y si te sientes feliz, canta y baila.
Osho