Desaliento
No me habla de la luz, del sentimiento,
del arrullo que en ambos se refleja;
me habla de la discordia, de la queja,
de nebulosidad, de abatimiento.
Su voz, cansada, es fúnebre lamento
brotando de un abismo que empareja
cansancio y apatía, y se maneja
por un no hacer de absurdo agotamiento.
Deja pasar las horas, bloqueando
razón y voluntad, sin saber cuándo,
dónde y cómo acercarse a otro sendero.
Es el final, no existe otra salida.
Y así vive una vida que no es vida,
de su propio desmayo prisionero.