Vivo en un universo infinitamente abundante. Solo necesito observar a la naturaleza para ver la generosidad de Dios a mi alrededor. Flores y plantas que florecen, un sol que brilla, aguas fluyendo son indicaciones de la abundancia divina por doquier. Sin embargo yo sé que existe aún más abundancia de la que soy capaz de asimilar con mis sentidos.
Al acudir a mi interior, encuentro incluso más abundancia, y me doy cuenta de las infinitas posibilidades para mi vida. Mi potencial es ilimitado, y esta verdad me da poder para ir en pos de las grandes cosas que deseo lograr. Encuentro muchas maneras para crecer, aprender, servir y ayudar. Y, con entusiasmo y alegría, abro mi mente y mi corazón a ellas.