Y fue al mirar hacia arriba
buscando los ojos febriles
encontrar el cielo,
en el que me sentía palpitando.
Creí que lo encontraría
sobre tu espalda,
y ¿Qué me encuentro?
la imagen estremecida
de dos cuerpos muy entrelazados
no podía distinguir
el final del uno y el comienzo del otro.
En el brillo fulgurante
del frío cristal
se reflejó el movimiento de tu cuerpo
cabalgando locamente...
Tu piel sobre mi piel
devorándome... Consumiéndome...
tu rica y sudorosa piel de Ébano...
Tu cadencia hechicera
llevando mi piel de luna,
al éxtasis divino
confundiendo la razón y la locura
en frases prohibidas, lujuriosas
casi obscenas.
Mi atrevimiento derrotó
a la decencia...
¿Cuál decencia?
Ya no supe de nada...
Sólo tu cuerpo, tus besos, tus manos,
tu expresión de placer
nuestra vibrante demencia.
Ese modo febril de tus piernas
sobre las mías
colonizando palmo a palmo
mi playa hambrienta;
entrando a fondo hasta la base
de mis anhelos,
penetrando mis ansias
hincando tu fuerza y fuego,
en esta... Tu esclava del deseo
apoderándote voluptuosamente
de toda mi lujuria sensual.
Tus palabras fueron un himno erótico
y yo seguía allí...
Hipnotizada observándote en el espejo...
Mirándonos en el espejo
en medio de esta locura
sólo tú, yo, nuestro lecho
y el espejo colocado sabiamente
en medio del alto techo.
Cabalgaste en fina y pálida potra
yo cabalgué en fuerte
y esplendoroso corcel.
Cuando tu cabeza cayó en mi pecho
sólo pude decirte:
¿Qué paso?
tú me respondiste:
¡Qué no pasó!
Tendido a mi lado
miraste hacia arriba,
y el espejo nos regaló
nuestra imagen en toda su desnudez,
no se alteró el indiferente cristal,
más fue benigno al permitir
que nos mirásemos al hacer el amor,
en todo su esplendor
en toda su magnitud.
Quizá no sé...
Pero creo imaginar
que en otra dimensión
y antes de desvanecerse la neblina
de nuestra forma física
otro espejo le preguntará ruborizado
a nuestra luna de cristal que pasó
con un guiño travieso ella le responderá
¿qué no pasó?
Desconozco el autor