Dios nos manda sus Bendiciones
en los milagros de todos los días.
Algunos son tan silenciosos,
que apenas nos damos cuenta de ellos.
Sin embargo son significativos,
como las alas de una mariposa que la llevan adonde ella desea ir,
suave, bella, eficientemente y con total dedicación.
Lo mismo puede decirse de las bendiciones de Dios.
En todo momento El está allí esperando que te des cuenta
deseando que aprendas.
Sus milagros pueden ser vistos
cuando se abre una flor,
en los colores de un atardecer,
en la respuesta de un bebé a una sonrisa.
Su amor puede sentirse en la sinceridad de un abrazo,
en el calor del sol, en la suavidad de la brisa del verano.
Su voz puede ser escuchada en el sonido de una risa feliz,
en las campanas de una iglesia de montaña,
en las mamás susurrando canciones de cuna.
Sus promesas serán cumplidas despertando cada amanecer,
en el nacimiento de cada nueva criatura, en la gloria de un arco iris.
Deténte y mira a tu alrededor.
Encuentra a Dios en todo lo que veas.
Y baja tu cabeza para agradecer
en el momento que una mariposa pasa a tu lado...
d/a
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