Consejo de los Ángeles: No saber nada es de ignorantes; saber que no
se sabe nada es de sabios
En la película Canción de Navidad, de 1951, hay un momento clásico
en el que Scrooge, representado por el gran Alastair Sim, que ha recibido
la escalofriante visita de los fantasmas de las navidades pasadas,
presentes y futuras, descubre que aún está vivo y que le queda tiempo
para dar la vuelta a su vida limitada y mezquina. En ese momento se
desprende de su carácter antiguo y desagradable y comienza a dar
saltos como un loco por la habitación, cantando:
“No sé nada. Nunca supe nada, pero ahora sé que no sé nada”.
Su terrible ama de llaves le increpa: “Señor Scrooge, ¿ha perdido usted
el juicio? Y él replica “No, mi querida señora. No lo he perdido,
acabo de recuperarlo”.
Se trata de uno de los momentos más deliciosos que creó el ingenio
de Dickens: ese instante en el que nos desprendemos de nuestro falso
ser, de nuestro ego y nos adentramos en la luz de la conciencia pura
del no saber. Volvemos a ser como niños, llenos de reverencia,
sorpresa y curiosidad y estamos abiertos a las experiencias nuevas
y deseosos de aprender. Entonces nos encontramos mucho más
receptivos para los ángeles, que ya no tienen que llamar a una mente
cerrada, porque la puerta está abierta de par en par.
¿Cómo te sienta no saber algo? ¿No te importa?
¿Te sientes inferior?
¿Estás dispuesto a admitirlo o, mejor aún, a dar la bienvenida
a esa posibilidad?
¿Hay en tu vida personas de esas que lo saben todo?
¿Qué te parecen? ¿Prefieres ser un sabio que no sabe o un
sabiondo presumido?
Meditación de los Ángeles: Como me permito la libertad de no saber,
estoy abierto al aprendizaje
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