LA MENTIRA DEL OJO.
Estamos acostumbrados a una vieja disculpa:
aunque sepamos que nuestro corazón
conoce cuál es la mejor decisión a tomar,
nunca seguimos lo que éste nos dice y,
para compensar nuestra cobardía,
nos convencemos de que nos estaba engañando.
Una bella historia de Gibran muestra
hasta dónde pueden llevarnos las limitaciones.
“El Ojo dice: ‘¡Miren qué bella montaña tenemos
en el horizonte!’
El Oído trató de escucharla,
pero no lo consiguió.
La Mano habló: ‘
Estoy tratando de sentirla
pero no la encuentro.’
La Nariz dijo: ‘
No existe ninguna montaña
puesto que no siento su olor.’
Y todos llegaron a la conclusión
de que el Ojo estaba mintiendo.”