Se dice: "Eres lo que piensas".
Es verdad ya que la calidad de nuestros pensamientos
tarde o temprano se hace visible mediante nuestras palabras,
nuestro comportamiento e incluso a través de
las expresiones de nuestra cara.
La semilla se nuestras palabras y acciones es el pensamiento.
Una afirmación simple pero muy precisa.
Lo que hacemos, lo que decimos, lo que sentimos,
todo tiene su origen en la mente.
La energía de la mente humana es el pensamiento.
Posiblemente es el mayor pero a la vez el menos comprendido
de los recursos energéticos del universo.
Todo lo que está hecho por el hombre
empezó primero por un pensamiento o una idea
que vino a la mente, sea de una casa nueva,
un descubrimiento científico o incluso una guerra.
Primero hay un pensamiento,
después se hacen los planes y
finalmente ese pensamiento se exterioriza
en la forma de palabras o acciones.
El pensamiento es como una semilla,
cada pensamiento produce su flor y su propio fruto.
Es decir, los pensamientos pueden ser
constructivos o destructivos,
amorosos o rencorosos,
de felicidad o depresivos.
Cuando somos capaces de entender y utilizar esta energía de la mente,
entonces la podemos canalizar para producir aquellos "frutos"
que nos proporcionan más felicidad y alegria.
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