El gran arte de la vida es hacer de la vida una obra de arte.
Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida.
Aunque no seas Miguel Ángel,
puedes hacer de tu vida una obra maestra.
Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras,
tu existencia puede transformarse en un film primoroso con Dios de codirector.
Aunque cantes desafinado,
tu existencia puede ser una linda canción, que Roberto Carlos envidiaría.
Aunque no entiendas de música,
tu vida puede ser una magnífica sinfonía que daría envidia a Beethoven.
Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones,
tu vida puede transformarse en un reportaje modelo.
Aunque no tengas gran cultura, puedes cultivar la sabiduría de la caridad.
Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración.
Aunque tengas cuarenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu.
Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior.
Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír.
Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas
y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer.
Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar.
Aunque no seas un santo, ni un ángel, en el cielo tienes reservado un lugar.
Todo, todo... depende de ti.
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