Un caminante cualquiera,
recorriendo en apresurado paso,
la alucinante embriaguez del mundo;
se vio de pronto, estrechado entre personajes,
tan célebres como cualquiera.
Escanciando de la vida el vaso
en un sentimiento profundo;
contempla confuso, y, de repaso,
los despampanantes y, gélidos ropajes.
Y al encuentro de ambos, sin ambages,
frente a frente dialogaban todos,
la ambición y el hambre, casi se estrechaban,
en un mudo dialogo conversaban,
uno salivaba hambriento saboreando,
la otra, sonreía descarada.
Mientras, tres perros disputaban la comida
que un rico despreciara ofrecer en caridad;
la ambición, sube, ignorando la caída,
el hambre, se atraganta agonizante.
Más adelante, ¡la inocencia!, sonreía con frescura.
Y la lujuria exhibía cadenciosa, su deshonra,
la inocencia estrecha una mano con ternura,
la sensualidad de la lujuria, la exige en caricia.
Se viste la pobreza con andrajos,
mientras la moda, es prenda de deshonra.
La ternura se estremece ente la agonía del invierno,
la sensual lujuria arde, ante el descaro de la primavera.
En cuanto la inocencia cobija con despojos,
la morbosidad se desnuda, untando tela a su piel,
el invierno inocente se somete a su muerte.
Pero la primavera exhibe presurosa,
sus dos turgentes y mórbidos pechos,
que incendian el deseo al calor de la primavera.
Va también por ahí la indiferencia,
emparejada con la frivolidad.
Una finge demencia en la desatención,
otra, reboza por sus poros el deseo y vanidad,
esa exquisitez, de mórbidas delicias,
al grito de la moda, se reproduce en abundancia.
Y despierta a la bestia dormida,
que aniquila deliberadamente
los andrajos del invierno,
es la primavera que despertó jadeante,
ante las penurias de la próxima gestación.
Lleva los senos descubiertos,
la piel, mostrando una segunda piel,
y en medio de ella ostenta en agonía una flor,
que destila la jugosa miel que brota generosa,
herida con la profunda estocada de la pasión
como una roja cereza madura en plenitud.
Quien haya dicho que la indiferencia,
no reclamaba en la frivolidad, se equivocó,
pues hoy aparentan ir de la mano,
gestando en su vientre la hipocresía,
ante un mundo tan soberbio y petulante.
Creo que mi locura se agudiza.
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