Era fiel a sus labios; cálido, húmedo, sincero,
que vivía de la vida los dilemas desdeñosos,
de no ser el primero, el último, insensible o pasajero,
de no darse por banales ilusiones o deseos engañosos.
Espero por mucho tiempo, se hacía viejo y rencoroso,
no había eco en sus suplica, su opuesto de la perfección,
unos iban y pasaban, se esfumaban y el rabioso,
señalaba a aquellos gestos burdos de pasión.
Se decía de las musas, las estrellas y los sueños,
de ilusiones y estigmas retumbantes,
no era ni para mortal intento su memoria o sus empeños,
ni para tímida o reacia complacencia de cualquier amante.
Y pasó el tiempo para aquellos labios que le contenían,
se supuso eterno, inmaculado y sin darse hubo de partir,
no quería traicionarse, ni pretender, ni fingir,
a otros cielos más eternos sus rezos llevaría,
y en un suspiro, simplemente, se dejó morir.
Desconozco autor.
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