La fresca mañana destila olores extraños
una fragancia conocida para mí, desconocida para el mundo
no puedo quitarla de mis sentidos
es tan dulce, tan suave, tan sincera,
pero se siente a la vez amante y traicionera.
¿Es acaso el miedo que tengo a enamorarme,
que en tan sublime rocío de pureza
encuentro las más escalofriantes penas?
No temo a la muerte, a su feroz tiranía,
pero le huyo a esta condena lasciva
de que otro hombre nos una para toda la vida.
Hoy el aire huele a ti, y lo sé,
me aterra porque en cada suspiro tu presencia llega,
me da vida, me alienta.
No puedo, no puedo resistirme a tan sublime deseo
es más mi deseo que mi propio miedo,
tan cobarde y tan valiente que prefiero enamorarme
a morirme sin la cálida brisa de tu ser.
Hoy el aire huele a ti, y no es el aire,
es el recuerdo de tu fragancia que en esta soledad,
me recuerda que a lo lejos
en mi tierra tan amada y adorada
todas las mañanas en lo más alto del deseo
una mujer perfumada espera... a su amado caballero.
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