Tirada
sobre la mesa,
adormecida y risueña,
yace mi alforja,
portadora de secretos
que el tiempo dejó mohosos.
Roída, casi deshilada,
observa,
con aire bohemio,
a la dueña de su arbitrio,
trotadora de altibajos,
sabe cuanto revuelvo,
y en mi mente,
hago y destrozo,
Compañera,
aliada de palabras,
el mutuo aprecio la alberga,
en ocasiones burlona,
se mofa de su importancia,
pues sabe lo que atesora.
Vieja y desvalida,
en tus costuras hay canas,
remiendos de heridas
que fueron
y quedaron,
marcados en esa lona,
de asfalto y noches en vela.
Y nos comimos amiga,
todo el polvo del camino,
nómadas codo a codo,
tu agarrada,
yo apoyada
y juntas
creando historia.
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