Cuando comenzaste este año, era todo tuyo; te lo puso
Dios en tus manos; podías hacer
de él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una blasfemia,
una oración.
Podías..
. hoy ya no puedes, ya no es tuyo; ya lo escribiste, ahora es de Dios.
Como un libro que hubieras escrito, te lo va a leer Dios el día de tu muerte,
con todos sus detalles, y no puedes corregirlo.
Ha Piensa unos momentos antes que termine el año, toma tu libro
viejo y hojéalo despacio; deja pasar
una página por tus manos y por tu conciencia;
ten el gusto de leerte a ti mismo.
Lee todo... repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo.
Lee también
aquellas páginas que nunca quisieras haber escrito...
No, no intentes
arrancarlas... ya es inútil,
ya están escritas. Ten el valor de leerlas.
Son tuyas, no puedes arrancarlas,
pero sí puedes leerlas cuando escribas este libro nuevo que te
acaban de entregar hoy,
para que te sirvan las buenas obras que has escrito,
y las que no sirvan no las repitas.
Vas a escribirlo con el instrumento hermoso del libre albedrío
sobre la superficie inmensa de tu mundo.
Si tienes ganas de besar tu libro viejo, bésalo;
si tienes ganas de llorar, llora fuerte
sobre él, luego ponlo en las manos de Dios.
No importa como esté, aunque
tenga páginas negras,
entrégaselo y dile sólo dos palabras: gracias y perdón...
Se te va a entregar otro libro nuevo, limpio, blanco: es todo tuyo,
y en él vas a escribir lo que quieras...
d/a
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