Había una vez... en la huerta más grande de aquel lugar... un amontonadero de árboles de naranjas. Naranjos, pues. Y entonces... el naranjito más chiquito de todos los naranjitos es el dueño de esta historia.
El naranjito ese, era un inconforme, uno de esos naranjitos renegados que no quería ser naranjito.
El quería ser un nopal. Quería haber crecido en un desierto. Poder ver aquella inmensidá inmensa sin nada de amontonamiento de nopales.
Ser nomás verde y no tener que andar cargando tanta cosa redonda encima.
Era tremebundamente infeliz el pobre naranjito...
Un día... una de sus cosas redondas (una naranja, por supuesto) que colgaban de sus ramas, le preguntó:
--¿Qué te pasa, naranjito? ¿Porqué eres tan infeliz?
El naranjito se lo contó... y la naranja, digna hija de un rebelde, encabritó a todas las demás naranjas... y ¡andale! que se bajan corriendo todas del naranjito y se van a ver si de algún modo se pueden llevar al naranjito al desierto...
¡Pero claro! ¡Las cacharon! ¿Y qué creer que le pasó a aquella naranja lidercilla?
¡Ajajajá....! Esto no se los contó la Brisa, cuando fué y puso la foto de la ejecución de la pobre naranjita...
Eso es lo malo de poner fotos, sin explicación alguna...
Irrita. (Eso no está nada bien...)