El árbol y la enredadera.
En un rincón del parque adormecido,
una encina senil, languidecía,
y en sus enjutas ramas, ya no había
la vital sabia de los tiempos idos.
Sin embargo en su ser aún palpitaba
la fuerza del vivir de otros estíos,
y aún entonces, brotaba en los rocíos,
una flor que su savia elaboraba.
Y no era majestuosa, ni crecía
como el jardín antaño conociera,
y no era su belleza, ni siquiera,
la sombra de su antigua lozanía.
Pero un día creció una enredadera,
fresca, dulce, jovial, estremecida,
que en abrazo total y florecido,
le dio al árbol belleza verdadera.
Desde entonces volvieron los jilgueros
a cantar en las ramas de la encina.
Desde entonces, también, las golondrinas,
retornaron con cantos y gorjeos…
Y entre las ramas de la enredadera
y entre sus hojas ya reverdecidas,
en melodioso cántico a la vida ,
el árbol volvió a ser, lo que antes era.
autor: ( El Viajero-) Juan Manuel Olveira