REGLA No. 1: Recordar lo humano.
La regla de oro: No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti. Tratar de ponerse en los zapatos de los otros. Defenderse cuando sea necesario, pero tratar de no herir los sentimientos de otros.
Para el ciberespacio diremos simplemente: Recordemos que los del otro lado de la pantalla son seres humanos.
Cuando nos comunicamos electrónicamente todo lo que vemos es un monitor. No utilizamos expresiones faciales, gestos o tonos de voz para comunicar lo que deseamos; palabras, simplemente palabras escritas es todo lo que tenemos. Y esto lo experimenta también nuestro corresponsal.
Cuando estamos en una conversación en línea –así sea un intercambio de correos o la respuesta a una discusión en grupo– es muy fácil malinterpretar lo que nos quieren decir. Y es fácil olvidar que nuestro corresponsal, es una persona con sentimientos muy parecidos a los nuestros.
Podemos usar nuestra interconexión para expresarnos con libertad, explorar mundos nuevos que nos son extraños y en cierta forma ir a donde nunca hemos ido. Pero no olvidemos nunca la primera regla de la "Netiqueta": lo que hay allá fuera son seres humanos.
Hay un ejercicio que deberíamos hacer antes de enviar un correo o un mensaje a una persona, por internet y consiste en preguntarnos "¿Le diría yo esto a esta persona en su cara? Si la respuesta es no, reescribamos y revisemos nuevamente. Repitamos el proceso hasta que sientamos que lo que mandamos a través del ciberespacio, es lo mismo que le diríamos en la cara a la persona.
Otro motivo para no ofender por la Red.
Cuándo nos comunicamos en el ciberespacio –por correo o en grupos de discusión– nuestras palabras quedan escritas. Y existe la posibilidad de que queden archivadas en algún sitio en el que no tenemos control. Es posible que en algún momento se puedan volver en contra nosotros.
Es conocido el caso de un famoso usuario del sistema de correo electrónico de la Casa Blanca. Diligentemente borraba todas las notas incriminatorias que mandaba o recibía. Lo que ignoraba era que en otro sitio de la Casa Blanca, los encargados de sistemas con la misma diligencia, alimentaban el computador que almacenaba todas las comunicaciones. Cuando fue llamado a juicio, todas esas comunicaciones archivadas se usaron como evidencia en su contra.
Pero no tenemos que estar involucrados en una actividad criminal para ser cuidadosos. Cualquier mensaje que envíemos puede ser almacenado o reenviado por la persona que lo recibió. Nosotros no tenemos control de a donde puede llegar.
(Continúa)