DÍA DE LA MUJER.
La opción.
“Todavía me gusta que me retiren
una silla, me ayuden con el abrigo
y me abran la puerta del auto”
Noemí Carrizo*
Hace unos años mi esposa, maestra de Danzas Clásicas y profesora de Estética Infantil, me condujo a ver una película que a ella le había gustado mucho. Era MOMENTO DE DECISIÓN, un filme de la década del ’70 si mal no recuerdo, con esa genia del cine, Shirley Mac Laine, Anne Brankroft y, por supuesto, un bailarín –en el caso, Mikhail Baryshnicov– ya que se desenvuelve en torno a la danza.
Planteaba una historia que marcó mi mirada hacia la mujer.
Siempre he evitado escribir sobre el tema femenino. Los varones hemos gastado mucha tinta definiéndoles la vida a las mujeres ¡y así está el mundo! Mi idea es que la mujer es la que debe definir su vida. Nadie conoce mejor el pie que le duele que el que se calza los zapatos. A nosotros nos queda adecuarnos a los nuevos roles, cuestión por supuesto nada fácil, y avisar cuando el avance duele, pero ese es tema para otra ocasión.
Sin embargo hoy, día internacional de la mujer, me he tomado la licencia –que las damas espero me sepan disculpar, aunque más no sea por amistad– de plantear un dilema. Especialmente porque es el día de la mujer que trabaja, por lo que se conmemora. Es decir, el día de la mujer en su nueva perspectiva, ubicada en la vida pública en pie de igualdad con el varón.
De aquella película me quedó el planteo, según recuerdo, del encuentro de dos antiguas amigas. Una llevaba a su hija –novel bailarina clásica– para que la otra, bailarina exitosa y profesora de danza, la introdujera en el mundo del ballet. A lo largo del filme salían a relucir los sentimientos provocados por la frustración de cada una. La primera, por no haber seguido en la danza, para ser ama de casa y madre de esa hija en la que se proyectaba; la segunda, por no haber sido madre. Y ambas descargaban su posesividad –y problemática– en la joven, que debía tomar la decisión entre tales opciones. Hace tanto que la vi. que puedo estar en algún error, pero eso fue lo que me quedó.
Cuando conocí a mi esposa ella había dejado ya la danza (nunca vi bailar “La Muerte del Cisne” como ella lo hacía; creo que habría sido una grande, de haber continuado y tenido posibilidades) y estudiaba su carrera de Estética Infantil. Cuando nos casamos, ella –que había visto ya esa película– me dijo que quería ser ama de casa y madre. A lo largo de nuestra vida de casados, por momentos me parecía que esa tarea, encerrada y en la que apenas podía ayudarla, la estaba asfixiando. Más de una vez la insté a que realizara una labor fuera de casa. Pero ella, salvo dos experiencias de las que terminó regresando, defendía la opción tomada: ser madre y ama de casa aunque, por momentos, haya añorado ese mundo tan especial como es el de la danza.
Y ayer me decía mi hija, Profesora de Danzas Clásicas, instructora de Pilates y estudiante de Educación Física, comentando que el hijo de una colega suya había tenido una crisis en su educación y su amiga tenía que educarlo por teléfono desde el trabajo: “si puedo económicamente, no voy a dejar a mis hijos solos en casa para tener una escuela de danzas”.
Yo, que ignoro lo que es ser mujer más que por lo que leo, veo o escucho, me pregunto ¿es una opción el dedicarse a la casa y a los hijos frente al triunfar profesionalmente?
En el día que celebramos ese gran avance de la civilización, que consiste en que ambos extremos de la humanidad tengamos una misma jerarquía social –o al menos, que se haya instalado en la conciencia social la necesidad de que así sea–, ¿es el hogar y el ser madre un límite a la opción profesional de la mujer y, viceversa, el dedicarse a la vida pública algo que le haga sentir que abandona su hogar y a sus hijos…?
He cambiado pañales, me he ensuciado las manos con vómitos, meconios y “caquitas” –y no tan “caquitas”–, he hecho la cama, lavado ropa, cocinado pero, cualquiera sea el sentido de la diferencia entre género y sexo, no menstruo, no cargo el embarazo, no sufro el parto ni amamanto. Por iguales que queramos ser, no puedo entender en profundidad el ser de esa otra parte de los seres humanos. Para mí, la vida sigue siendo simple, como lo fue desde siempre: la del trabajo por amor a mi esposa y a mis hijos.
¿Puedo hacer algo más que decirle a la Mujer “Te admiro en tu día y agradezco que seas quien eres”?
Tal vez aportar esta cuestión para que sea la Mujer la que defina cómo ser para no sentir esa frustración que algunas veces he advertido, por haber seguido uno u otro de los caminos que la dignidad y libertad hoy le propone o, quizá, la vida le impone…
En el día de hoy
FELIZ DÍA DE LA MUJER, AMIGAS
Jove
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* Profesora de Letras, periodista y escritora, en su “Columna” en la Revista Nueva, ed. Nuevo Consorcio de Cooperación, Buenos Aires, Nº 341, domingo 7 de marzo de 2010, página 8.