¡Qué goce triste éste...
¡Qué goce triste éste de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía.
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color; y los bellos cojines, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines; y si pongo mi mano -como ella la ponía- en el negro piano, surge, como en un piano muy lejano, más honda la diaria melodía.
¡Qué goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella, y parece que el pobre corazón no está tan sólo. Miro al jardín de la tarde, como ella, y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía.
¡Qué goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía, por los desiertos corredores que despertara ella con su blando paso, y mis pies son de raso -¡oh, ausencia hueca y fría!- y mis pisadas dejan resplandores.
¡Qué goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
J.R.Jimenez
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