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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Libidinoso  (Mensaje original) Enviado: 20/04/2010 09:33

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en que viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. Entonces, la elegante señora, visiblemente fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo. Buscó un banco en el andén central y se sentó, resignada para la espera. Mientras hojeaba la revista, un joven vino a sentarse a su lado y comenzó a leer un diario. En cierto momento, la señora observó cómo aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer acabó por molestarse, pero no quería ser grosera, ni tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada estaba sucediendo; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y extrajo una galleta, la exhibió frente al joven y enseguida se la llevó a la boca, mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra y con la vista fija en ella la comió y sonrió. La señora, furibunda, tomó una nueva galleta y, con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, sosteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la mujer se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba una galleta. «No podrá ser tan cara dura», pensó, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma, el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad la partió exactamente por la mitad. Así, con un gesto amoroso, ofreció una parte a su compañera de banco. «¡Gracias!», dijo la mujer, tomando con rudeza lo que le ofrecían. «De nada», contestó el joven sonriendo suavemente, mientras comía su mitad. Entonces, se anunció la partida del tren.

La señora se levantó furiosa del banco y subió al vagón. Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento, vio al muchacho todavía sentado en el andén, y pensó: «¡Qué insolente, qué mal educado, qué será de nuestro mundo!».

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado, abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas sin abrir.

Cuántas veces nuestros prejuicios nos hacen valorar erróneamente a las personas; cuántas veces la desconfianza ya instalada en nosotros, hace que juzguemos injustamente perdiendo la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones.

 

(De la red)



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: angiecopihue Enviado: 20/04/2010 17:34
Muy cierto lo que enseña esta reflexión, no hay que precipitarse a juzgar a nadie y esto es aplicable también al mundo cibernético, sobretodo cuando nos llegan correos acusando a alguien de algo malo y lo reenviamos, sin detenernos a pensar en que si será cierto o no lo que se dice de tal persona. Por ejemplo, anda circulando en internet un correo que acusa a un diseñador de modas de racista, cuando recibí ese correo me causó indignación y lo reenvié, sin indagar, a pesar de que siempre lo hago, pero esta vez no lo hice. Bueno, me llegó otro correo de un amigo que me "amonestó" jiji porque estaba incurriendo en una falta, ya que todo lo que se decía de este hombre era mentira y me envió un link donde pude ver la verdad. Así que envié un desmentido, me pareció justo. Cuidado al reenviar este tipo de correos, pues podríamos estar propagando una mentira y enlodando a quien no lo merece.


 
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