VI
¿Qué es aquello que cruza con planta soberana, sembrando mundo y encendiendo estrellas por la extensión callada? Si se posa en la cumbre, la cumbre se despierta sonrosada, como el ósculo tibio de la aurora despierta enrojecida la mañana;
si baja a la pradera, dormida en brazos de la niebla fría, la pradera galana con su velo de novia se atavía, y al rumor misterioso de su huella se ciñe el viejo bosque su corona bella;
si el mar desciende —que la espalda encorva como esclavo sumiso para besar su turbulenta planta—, el mar abre su seno y el más sublime de sus himnos canta: el himno con que arrulla el sueño de los negros promontorios, centinelas inmóviles del mundo, y le enseña, latiendo en sus entrañas, de las faunas y floras venideras, el légamo fecundo.
Las tenebrosas puertas del pasado rechinan a su empuje omnipotente, y se alzan en tropel a su presencia, desde el fondo del caos petrificado, las formas y las razas extinguidas en cuya adusta frente, el ojo de la ciencia deletrea el verdadero Génesis del mundo, que la leyenda bíblica falsea!
Todo a su paso vive, alienta, brota: el mar, el monte, la desierta esfera; y a su soplo creador todo se expande, palpita y reverbera. Levanta el polo mudo, como un arco triunfal para que pase, sus montañas de hielo, y enciende presuroso sus gigantescas lámparas el Ande para alumbrarle el tránsito del cielo!
Él es soberano, el heredero del cetro de la tierra, por su inmenso poder transfigurada! No hay piélago ni abismo que no rasgue su seno a su mirada. El guerrero inmortal que en cruda guerra destronó el paganismo y rompió las cadenas que arrastraba la pobre humanidad esclavizada.
Es la chispa divina encendida en las bóvedas oscuras de la conciencia humana, que todo lo ilumina; el signo de una raza de titanes destinada a la lucha y al martirio: "¡la raza prometeana!"
En la cruz, en la hoguera, en el árido islote, en el desierto, en el claustro sombrío, dondequiera vierte su sangre a mares que los helados páramos caldea, su sangre, que los cauces seculares de la historia, desata las corrientes eternas de la idea!
Hermanos son en el dolor, y hermanos en la fe y en la gloria cuantos despejan la futura ruta con la luz inmortal del pensamiento. Ya mueran en el Gólgota, ya apuren de Sócrates severo la rebosante copa de cicuta, ya nuevo Prometeo, al torvo fanatismo desafíe sobre Roma, montaña de la historia, el viejo Galileo!
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