¿Qué es la violencia intrafamiliar y cómo contrarrestarla?
La violencia, como fenómeno social, está indisolublemente ligada a la falta de respeto a los derechos humanos, ya sea que provenga de particulares o de los órganos de poder del Estado. Por esta razón, este Organismo Nacional ha sumado esfuerzos con el sector gubernamental, la sociedad civil, las instituciones de educación superior y con los organismos públicos de protección y defensa de las garantías fundamentales, para proponer y llevar a la práctica diversas acciones tendentes a erradicarla de la vida cotidiana de nuestro país.
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Todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad
Este principio ha sido aceptado por los Estados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por lo tanto, aunque las personas tenemos diferencias a causa de factores como la edad y el sexo, ninguno de nosotros es inferior, ni siquiera cuando debido a esas diferencias sea el más débil o vulnerable.
¿Qué es la igualdad en la familia?
Es la obligación de todos los miembros de una familia a tratarse con respeto.
Es cierto que quienes integran una familia son distintos entre sí, ya que pueden tener mayor o menor fuerza física, ser adultos o menores de edad, pertenecer a sexos diferentes y desempeñar trabajos muy diversos unos en la escuela, otros en el hogar y algunos más en un empleo. Una diferencia importante es que los padres tienen autoridad sobre los hijos.
Pero que los miembros de una familia sean distintos entre sí, no quiere decir que unos sean superiores a otros, porque todas las personas son iguales en dignidad. Vivir de acuerdo con esa dignidad es, entre otras cosas, estar en paz; es decir, vivir sin miedo, sentirse en confianza para expresarse, saber que se cuenta con alguien que da cuidados y afecto. Por eso, nadie dentro de la familia puede tratar de manera indigna a los demás.
¿Cómo reconocer la violencia intrafamiliar?
Cuando alguno de los miembros de la familia, abusando de su fuerza, su autoridad o de cualquier otro poder que tenga, violenta la tranquilidad de uno o varios de los otros miembros de la familia, comete violencia intrafamiliar.
La tranquilidad de las personas puede ser violentada mediante:
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Agresiones físicas, como golpes, cortadas, tocamientos lascivos y actos sexuales forzados.
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Agresiones verbales, como insultos, ofensas, descalificaciones, humillaciones y amenazas.
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Abandono, que consiste en no dar los cuidados que requiere cada miembro de la familia por su condición, o en no dar afecto.
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Cualquier otra conducta que cause daño físico o emocional.
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Esas agresiones, abandono u otras conductas dañinas pueden ser graves y, por tanto, fáciles de identificar; también se presentan como leves y aparentemente poco dañinas, pero constantes y, por eso, infaliblemente destructoras de la persona.
Las manifestaciones más frecuentes de la violencia intrafamiliar en nuestro medio son:
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La mujer es golpeada, violada, insultada, amenazada, ignorada o menospreciada por parte de su compañero, o se golpean, insultan, amenazan, ignoran o menosprecian uno al otro.
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Los niños, los ancianos o los discapacitados son golpeados, insultados, amenazados o humillados.
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Otros familiares golpean, insultan, amenazan o humillan a la mujer, los niños, los ancianos o los discapacitados.
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Alguno de los miembros de la familia obliga a otro u otros a tener prácticas sexuales que no desea.
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¿Qué consecuencias tiene la violencia intrafamillar?
Las personas que sufren violencia, frecuentemente, ven disminuida su autoestima, su capacidad para relacionarse con los demás y su creatividad.
Particularmente, los niños sufren, se vuelven tristes y agresivos, no pueden asumir responsabilidades dentro de la familia o en la escuela, dejan de asearse, estudiar y de ser respetuosos, y se refugian en amistades que asumen conductas viciosas y reprobadas por la ley, como el alcoholismo, la drogadicción y la delincuencia. Además, se van convirtiendo en los futuros agresores de sus hijos.
Los agresores se sienten culpables, aunque no siempre estén conscientes de ello.
Una familia en la que se da la violencia, es semillero de una sociedad en la que prevalecen el abuso, la falta de democracia y la impunidad, porque en ella se reproduce un patrón de relaciones en el cual las personas intentan conseguir sus objetivos mediante la imposición de la fuerza y el miedo.
¿Cómo es una familia libre de violencia?
De acuerdo con las leyes mexicanas y los tratados internacionales suscritos por nuestro país, toda persona tiene derecho, como integrante de su familia, a:
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Que le respeten su integridad física, esto es, que no le sean producidas lesiones de ningún tipo, por leves que parezcan, sus creencias y costumbres, sus propiedades, su intimidad y tiempos de trabajo, de diversión y de esparcimiento, la buena imagen que tiene de sí misma y la que de ella tienen los demás.
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Que se le escuche y trate con el mismo respeto que a cualquier otro miembro de la familia, atendiendo a las necesidades especiales que implique su condición (de mujer, niño, anciano o discapacitado).
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Que se le permita decidir libremente sobre su sexualidad y, por tanto, no se le obligue a llevar a cabo prácticas sexuales que no desee; realizar las actividades que elija para incrementar su educación y lograr su superación personal; dedicarse al trabajo lícito que prefiera; manifestar sus ideas, opiniones y gustos en público o en privado, en forma oral o escrita, sin que se le humille, ridiculice o calle violentamente; dirigirse a las autoridades cuando considere necesaria su intervención en algún asunto; tener ideas políticas propias y afiliarse al partido de su preferencia; elegir libremente sus amistades y convivir con ellas y con sus familiares.
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Las mujeres y los hombres tienen el deber de relacionarse sin violencia y de compartir las decisiones que se refieran al grupo familiar; unas y otros tienen igual derecho a decidir sobre el número y el momento de tener a sus hijos y la forma de educarlos.
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Los niños tienen derecho a que sus padres, tutores o quienes estén encargados de ellos, les proporcionen alimentación, vivienda, vestido, protección, cuidado, afecto y tiempo; a que los eduquen en forma respetuosa, sin darles golpes, pellizcos, empujones o producirles cualquier otro tipo de lesiones, y sin insultarlos, amenazarlos o humillarlos nunca y por ninguna razón; a que los inscriban en la primaria y en la secundaria, los apoyen en sus estudios y les concedan tiempo para jugar y convivir con otros niños.
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Los ancianos y los discapacitados deben recibir de sus familiares los cuidados que exige su condición física. Tienen derecho a que se les proporcionen los medicamentos que requieran y una atención médica especializada; que se les acompañe y se ofrezca, en su domicilio, las condiciones necesarias para que tengan la máxima movilidad posible, sin obstáculos u objetos que puedan constituir para ellos algún peligro.
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Las mujeres y sus bebés tienen derecho a ser tratadas con el cuidado especial que requieran durante el embarazo.
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Una familia en la que todos sus miembros pueden disfrutar de sus derechos, sin que ello provoque una reacción agresiva de otro u otros, es una familia libre de violencia.
¿Cómo buscar una vida familiar libre de violencia?
Cuando alguna persona sienta que vive, en su familia, relaciones de violencia, debe solicitar ayuda.
Buscar ayuda no denota falta de cariño hacia el agresor o deslealtad con la familia. Además, ser víctima de la violencia no es motivo de vergüenza. Es indispensable que los más débiles de la familia (mujeres, niños, ancianos, discapacitados), quienes son las víctimas más frecuentes, acudan a las autoridades correspondientes cuando estén siendo maltratados.
La violencia es un círculo vicioso que produce infelicidad, no sólo a las víctimas, sino también a los agresores. Es importante que éstos sepan que pueden dejar de ser violentos si solicitan ayuda especializada y, con ello, mejorar la calidad de vida de su familia.
No son sólo los integrantes de la familia con problemas de violencia deben buscar ayuda; la sociedad está obligada a colaborar en la creación de condiciones que permitan a todos vivir mejor; por eso, en pro de la UNIDAD NACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA, cualquier persona que se percate del abandono, del abuso o del maltrato de un niño, una mujer, un anciano o un discapacitado -quienes, muchas veces, no pueden o no saben iniciar su defensa- puede y debe denunciarlo a las autoridades correspondientes.
En nuestro país, las autoridades a las que puede acudir son:
DIF. Proporciona orientación, ayuda psicológica y asesoría legal.
Agencias del Ministerio Público. Laboran las 24 horas del día e intervienen en los casos en que se comete un delito. En sus investigaciones, el Ministerio Público debe reunir todas las pruebas posibles que sean útiles para comprobar los hechos que se denuncian; por eso, es muy importante que cuando una persona es golpeada o violada, se sobreponga a la depresión y acuda lo antes posible (el tiempo es muy importante para probar el daño) a la Agencia más cercana a su domicilio; ahí debe exigir que se haga una valoración de las lesiones que tenga, que se dé fe del resultado y se entregue un certificado; por esta razón, la víctima debe evitar, en lo posible, bañarse o cambiarse la ropa antes de acudir a presentar su denuncia.
También es conveniente que se reúnan testigos de los hechos que se denuncian, por lo que familiares y amigos deben acudir cuando escuchen golpes o gritos. Una vez producida la agresión, si hay desorden debido a ella, deben mantenerse las cosas en el mismo lugar en el que quedaron.
Corporaciones de policía. Cuando se está siendo atacado en forma violenta por un miembro de la familia, la propia víctima u otra persona puede llamar a cualquier elemento de la policía, quien tiene la obligación de intervenir para detener la agresión. El hecho de que el atacante sea un familiar no es impedimento para que el policía defienda a la víctima; tampoco lo limita el hecho de que la agresión se produzca en el interior del domicilio, si la víctima o alguien que esté dentro con ella solicita el auxilio.
Los niños deben pedir ayuda cuando se sientan abandonados, en peligro o lastimados. Para eso, pueden recurrir a cualquier adulto que les inspire confianza: un maestro, un vecino o un familiar, o llamar a la Coordinación de Asuntos de la Mujer, el Niño y la Familia, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, al teléfono 631 00 40 extensiones 300, 305 y 314. Ahí se les atenderá y se les proporcionará orientación sobre la institución que puede ayudarles a resolver su problema.
Las autoridades administrativas competentes tienen la obligación de atender el llamado de cualquier persona víctima de violencia, y su actuación debe ser oportuna, adecuada, respetuosa y efectiva. Cuando no cumplan con su función de esa manera, la persona puede presentar una queja en alguna de las Comisiones de Derechos Humanos.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos está facultada por la ley para recibir las quejas sobre presuntas violaciones a los derechos humanos cometidas por autoridades administrativas federales.