Los niños
En la última playa del mundo los niños se reúnen. El infinito azul está a su lado, al alcance de sus manos. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen, y ríen, gritan y bailan entre una nube de oro.
Con la arena rosa, dorada, violeta -en el alba, al medio día, por la tarde- edifican sus casas volanderas. Y juegan con las menudas conchas vacías. Y con las hojas secas aparejan sus barcas y, sonriendo, las echan al insondable mar. Los niños juegan en la ribera del mundo, más allá del cielo. No saben navegar, ni saben lanzar las redes. Los niños pescadores de perlas se hunden en el mar y, al alba, los mercaderes se hacen a la vela; los niños entretanto acumulan guijarros de colores y luego, sonriendo, los dispersan. No buscan tesoros escondidos, ni saben echar las redes. Sube la marea, con su ancha risa, y la playa, sonríe con su pálido resplandor. Las ondas en que habita la muerte cantan para los niños baladas sin sentido, como canta una madre que mece la cuna de su hijo. La ola baila y juega con los niños y la playa sonríe con su pálido resplandor. En la última ribera del mundo los niños se reúnen. Pasa la tempestad por el cielo solitario, zozobran los navíos en el océano sin caminos, anda la muerte, anda la muerte, y los niños juegan, entre una nube de oro. En la orilla del mundo, más allá de la luna, los niños se reúnen en inmensa asamblea de risas y de danzas y de juegos y de cantos.
Tagore
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