El emergente es el que expresa la patología familiar existente
La psicoterapia de niños y de adolescentes, cualquiera sea el motivo de la consulta, necesita de la participación familiar, porque son ellos con su conducta anormal, los emergentes de una relación familiar enferma.
La familia es un grupo ligado por lazos afectivos, con hábitos, actitudes, valores y propósitos transmitidos de generación en generación y representa la célula de una sociedad.
El grupo familiar es un sistema que tiene normas comunes y una distribución de roles estrechamente relacionados entre sí, donde la individualidad se encuentra condicionada por la conciencia del “nosotros”.
Un grupo familiar se considera que debe incluir como mínimo a tres personas, ya que dos personas, relacionadas como pareja constituye una peculiar constelación, que se caracteriza por la intensidad y amplitud del encuentro, del diálogo y del intercambio de ideas.
En un grupo familiar también se mantiene una relación recíproca personal pero mucho menos amplia y de menor intimidad.
La familia es un grupo primario que crea vínculos profundos a lo largo de la vida que influye notablemente en el comportamiento del ser individual y social.
El grupo familiar crea un sentimiento de pertenencia pero no necesariamente condiciona los valores y normas de sus miembros, ya que éstos pueden adoptar las de otros grupos de referencia con los cuales se sienten más identificados.
En la adolescencia se produce el cambio que posibilita a una persona a orientarse hacia otras normas de convivencia y hacia otros valores de otros grupos de referencia o bien a elegir conformarse con las de su grupo familiar.
En toda terapia familiar es importante conocer la distribución de roles en esa familia y si cada uno cumple con el suyo según lo que espera la sociedad en que vive.
El no cumplimiento de los roles familiares produce conflictos en sus miembros que pueden resolverse recuperando esas funciones.
La comunicación familiar es un proceso muy complejo que se define más con gestos que con palabras. Un gesto siempre tiene cierto grado de ambigüedad porque puede interpretarse de varias formas, en tanto que las palabras representan un modo de comunicación más clara y menos conflictiva,
Todos sabemos que una mirada puede ser más elocuente que cualquier palabra, pero esa actitud favorece una comunicación distorsionada.
Aunque no hablemos ni hagamos nada siempre nos estamos comunicando, porque los silencios también tienen un significado.
Muchas personas acostumbran a manipular con los silencios y tanto los niños como los jóvenes interpretan este mensaje como rechazo.
Blanquear la comunicación, diciendo con palabras lo que cada uno siente, es imprescindible para terminar con la ambigüedad y las dificultades de entendimiento.
Las normas que exigen los padres de familia deberán ser cumplidas por todos sus miembros, no solamente por los hijos, porque la descendencia se identifica con lo que los padres hacen, no con lo que dicen.
Las peleas entre hermanos son muy comunes, generalmente originadas por celos recíprocos en relación con sus padres que no pueden evitar tener un mejor vínculo con el hijo con el cual sienten mayor afinidad.
Los hijos más débiles y dóciles también suelen inspirar en sus padres una mayor necesidad de protegerlos, mientras que los más fuertes suelen recibir una menor atención.
A los hijos débiles esta actitud les obstaculiza el crecimiento y pueden especular con su situación que les produce un beneficio secundario, la mayor dedicación de sus padres.
Pero esta situación puede desarrollar discordia entre hermanos, mientras los hijos más fuertes tenderán a desconfiar de los afectos y pueden llegar a aprender a mantenerse fríos y distantes en situaciones de índole emocional.
Un grupo familiar es una estructura que cambia de configuración cuando se incorpora o se retira uno de sus miembros, por cualquier razón.
Los demás tienden a ocupar el rol del que no está, que nunca será el mismo, porque los roles familiares son irremplazables, sino que deberá adoptar el rol de sustituto.
La terapia familiar ayuda a restablecer el equilibrio de los sistemas familiares, a mejorar la comunicación, a disminuir los antagonismos y las presiones, a definir los roles y a abrir las posibilidades de crecimiento y desarrollo de cada uno de sus miembros, sin necesidad de romper los vínculos.