La mayoría de las mujeres comienzan su vida afectiva enamorándose del amor y no de alguien concreto; por eso, cuando tienen la oportunidad de entablar una relación de pareja no pueden ver a esa persona como realmente es y sólo se empeñan en ver lo que desean ver.
Idealizan y se vuelven ciegas a cualquier aspecto negativo que tengan, que más adelante puede significar para ellas un tormento.
Una mujer que se enamora ciegamente, sin evaluar racionalmente los atributos de una potencial pareja, significa entregarse sin condiciones a un desconocido sin tener en cuenta las consecuencias.
Esa actitud demuestra una muy baja autoestima, condición que el hombre puede detectar sin dificultad y aprovecharse de esa circunstancia para su beneficio, dándole a esa persona el mismo valor que ella se adjudica.
La mujer que sabe mirar puede captar casi sin equivocarse cómo es un hombre cuando sale con él por primera vez. Su modo de hablar, su tono de voz, sus actitudes, sus gustos, su trato con ella y con los demás, su vestimenta, su aseo personal, su domicilio y su trabajo, son indicios que le permiten ir descubriendo la persona que es, su personalidad y también su carácter.
Muchas mujeres aceptan a hombres que no tienen trabajo ya desde el vamos. No se pueden dejar de lado las estadísticas a la hora de confiar o no en un hombre. Si no ha trabajado nunca ni tampoco estudia, es una señal evidente de que se trata de alguien que no tiene ninguna intención de hacerlo, por lo menos en fecha próxima.
Si además de no tener trabajo ni estudiar, vive con la madre el panorama se vuelve aún más crítico, porque es altamente probable que se sienta cómodo y no tenga ningún interés inmediato de entablar una relación estable.
Si una mujer elige relacionarse con un hombre así, también estará eligiendo sufrir.
Estos hombres, si llegan a formar pareja, esperarán que su mujer haga lo mismo que hacía su madre, posiblemente que trabaje para mantenerlo y además que lo atienda.
Todos sabemos que los hábitos adquiridos y arraigados desde niños son los más difíciles de cambiar, de modo que no se necesita ser adivino para conocer el futuro de esas parejas.
Al hombre que le gusta la bebida es probable que haya empezado a tomar alcohol desde muy joven. La adicción al alcohol puede heredarse, y es causa de muchos divorcios y separaciones, de manera que si se detecta el hábito ya de entrada lo último que hay que pensar es que el amor de una mujer lo puede curar.
Lo mismo pasa con cualquier otra adicción, como las drogas o el juego.
Para liberarse de las adicciones es necesario tener la intención personal de hacerlo y estar dispuesto a recibir ayuda terapéutica y tratamiento específico sólo para dejar el hábito y recuperarse, porque las adicciones no se curan.
Hoy en día, los métodos de control de la natalidad y de prevención de enfermedades venéreas permiten a la mujer tener la misma libertad sexual que el hombre.
Sin embargo, aunque la ciencia haya avanzado en ese sentido, no ha sido lo mismo con la mentalidad masculina que tiende a clasificar a las mujeres según lo fácil o difícil que le resulte.
En este sentido el hombre sigue siendo un troglodita y con las mujeres tiene las mismas expectativas que cuando compra un auto, preferirá siempre un cero kilómetro o alguno en buen estado con un único dueño o que no haya pasado por tantas manos para aceptar quedarse con él.
Por eso es saludable y conveniente para una mujer, si tiene intenciones de formar una relación estable, dar una buena impresión y no irse de boca en la primera cita.