Ganas de lo diferente
La razón y el sentido de nuestra propia vida es tal vez la cuestión menos pensada y más difícil de abordar. Habitualmente pensamos en "lo otro", y no en nosotros. De este modo se establece la relación entre nosotros como sujeto, y "lo otro" como objeto.
El dominio que el sujeto ejerce sobre el objeto suele considerarse un acto de libertad, como si el sujeto se hiciese más dueño de la existencia en el grado en que domina al objeto (ya sean personas o cosas) y así realizase el sentido de su vida. Al abordar la realidad desde el punto de vista del conocimiento objetivo y relacionarnos con todo lo que es en su carácter de "objeto dominable", generamos las condiciones de posibilidad que abonan este punto de vista.
Con esta estructura cognitiva y relacional el sujeto se condena a buscar su supuesto ser esencial, su determinación profunda, esperando encontrar algo sólido, definitivo y útil. De alguna manera se toma a sí mismo como su propio objeto a conocer y dominar. También el resto de las cosas del mundo serán observadas con la exigencia de encontrar en ellas la verdad esencial, y se les dará forma de objeto en ese intento.
El círculo así constituido se torna infinito e irrompible, a menos que se carcoma a sí mismo por saturación o interrogación, y vaya debilitando de esta forma su vigencia. Sólo así será posible traspasar la dictadura que ejerce sobre nosotros y nuestra posibilidades de ser.
El problema es que raramente nos dedicamos a preguntarnos qué sentido tiene para nosotros el estar viviendo, qué sentimos en nuestra experiencia de vivir, cómo querríamos vivir, qué posibilidades tenemos de poner en práctica lo que deseamos, qué deseamos, qué tenemos ganas de hacer o dejar de hacer.
En general no sabemos de qué tenemos ganas ni si somos capaces de vivirlo. No alcanzamos a ver en qué medida nuestras ganas están confundidas y entretejidas con lo que se supone que debemos hacer, con lo estipulado y ordenado. No nos preguntamos por nuestra propia libertad para tener ganas.
De lo que se trata hoy es de reelegir nuestras formas de ser y de estar en el mundo. Ser en una relación más libre con las cosas. Para esto es necesario ver la forma en que cada fragmento de nuestra vida está tomado y organizado por el sentido de dominio.
Quizás uno de los pasos más importantes esté en darnos cuenta de que no tenemos tantas ganas de ser poderosos. Claro que en nuestro caso el problema es radical: sólo sabemos tener ganas con la forma y a la manera del sentido de dominio. Y por eso, a veces, sentimos que no tenemos ganas de nada.
Las ganas vienen del puro deseo, del porque sí, del perche mi piace . Para gozar de nuestro paso por la Tierra es preciso dejar ser a estas ganas de lo inútil, de lo no aceptado o indicado, de lo culturalmente no deseable: las ganas de lo diferente.
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