Muchos se aferran a la ilusión del futuro sin saber que sólo lo que hacen hoy construirá ese futuro y no lo que planeen hacer en él.
Son los que dejan para más adelante todo lo que les gusta y mientras tanto siguen sujetos a sus obligaciones sin darse un tiempo para si mismos.
Es cierto que un buen trabajo es el que permite vivir el presente y a veces puede asegurar económicamente el futuro, pero ¿cuántas cosas postergan y dejan definitivamente atrás en el camino?
Son todos esos pequeños o grandes placeres que puede brindar la vida o que desean, que requieren reservar un tiempo para ellos mismos y permitirse la libertad de elegir vivir con entusiasmo.
Si no se toman esos momentos hoy, tampoco lo harán mañana, ni el año que viene ni nunca. Porque estar alienado en un trabajo y transformarlo en una ocupación de tiempo completo es no saber ponerse límites.
Cuando se vive solamente para ganar dinero, se pierde el entusiasmo por otras cosas y algunos sólo se dan cuenta cuando lo tienen todo y aún se siguen sintiendo insatisfechos.
Ciertas necesidades no se pueden postergar demasiado, porque lo que nos urge hacer ahora, más adelante tal vez no podamos o no nos interese hacerlo, como tener un hijo, por ejemplo, o hacer un deporte, o cambiar de empleo o de casa, o hacer una carrera universitaria o terminar el secundario.
Todos los días somos diferentes, porque vamos cambiando no sólo de fisonomía sino también de forma de pensar y de gustos y podemos querer otras cosas; y todo lo que no nos atrevimos a hacer en su momento ya no va a ser posible hacerlo más adelante ni tampoco será necesario.
Creo que siempre será mejor atreverse a hacer algo que queremos ahora, aunque parezca audaz, que vivir lamentándose por no haberlo hecho.
La gente que es valiente lo intenta todo y no le importa tanto si fracasa, porque mientras tanto se divierte haciendo lo que le gusta, que no tiene por qué gustarles a todos ni tampoco convertirse en un éxito.
Lo único que hace sentir bien a la gente es vivir con entusiasmo, porque someterse demasiado a la rutina sin tomarse un tiempo para si misma hace que la vida pierda significado.
A veces, la realidad parece acomodarse y les brinda a algunas personas la oportunidad que necesitan para realizarse.
La película “Ama de Casa, 49 años”, una historia verdadera, es un buen ejemplo. El caso de una mujer ama de casa de 49 años, que se salvó de sí misma gracias a la segunda guerra mundial.
Casada con un hombre de esa época, indiferente y egoísta, su propio carácter la llevó a vivir sometida a él durante muchos años, sufriendo sucesivos procesos de depresión por no poder atreverse a ser independiente; hasta que felizmente para ella Inglaterra ingresó en la contienda.
Las crisis obligan a las personas a cambiar, porque no pueden evitarlo ya que el cambio se impone imperiosamente desde afuera y es difícil seguir siendo igual.
Una guerra hace que todos quieran ayudar y que aparezcan necesidades que antes no existían que ponen a prueba la capacidad para responder; y la protagonista de esta película responde, a pesar de la perplejidad de su marido que la considera poco más que una cosa de su hogar.
Ella misma se sorprende de su capacidad, lo que hace que se afirme más y se atreva a realizar otros cambios necesarios para revertir la chatura de su vida.
Somos seres enteros que no necesitamos que nos empujen para actuar, ni que tampoco que nos den permiso para Ser. No necesitamos sentirnos comprendidos y menos por alguien cercano que se ha acomodado a una actitud de servicio a la que no está dispuesto a renunciar.
Sin embargo igual se puede avanzar sin dejar a nadie en el camino, cuando el deseo de ser uno mismo es genuino y no tiene otros objetivos escondidos.
Porque el que necesita apoyo para cumplir sus propias metas, puede que no esté seguro de sus convicciones y corre el riesgo de abandonarlas cuando ese apoyo le falte.
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