¿Qué hace la persona para estar delgada? ¿Es acaso más inteligente o tiene una personalidad más firme? ¿será porque es más sagaz, porque tiene mayores recursos o porque tiene mejor carácter?
Lo único cierto es que una persona delgada se mueve más, y también ser flaco o gordo se puede relacionar con los genes, ya que se puede observar que hay familias de gordos y también de flacos; pero además tiene que ver con los hábitos alimenticios.
Hay quienes viven para comer y quienes comen para vivir, y todos deberíamos comer sólo lo suficiente, para estar más saludables, más ágiles y sentirnos mejor con nuestro cuerpo.
Comer es una necesidad y también produce placer; es como el sexo, pero cuando no tenemos otras satisfacciones que nos proporcionen la misma plenitud, podemos desarrollar una adicción tanto a la comida como al sexo.
Como en todas las adicciones cada persona tiene que encontrar su ecuación personal para salir de ellas, buscar la propia fórmula personal para cambiar, que le de significado a su existencia, para no necesitar canalizar la falta de realización y de reconocimiento a través de la comida.
Sabemos que cuando estamos haciendo lo que nos gusta, que es aquello que hacemos mejor que nadie, perdemos la noción del tiempo; y aunque la obesidad sea nuestro problema, hasta nos hace olvidar de la comida.
Una persona delgada no tiene que hacer demasiado para ser aceptada en un grupo, pero hoy en día, en que se rinde un culto al cuerpo, un obeso es probable que se sienta discriminado; y puede que el hecho de sentirse inadecuado y de no tener grupo de pertenencia lo lleve a aislarse y a seguir comiendo sin control.
Los flacos, salvo excepciones, son personas activas por naturaleza, que por lo general tienen más confianza en si mismos y mayor espíritu de iniciativa y es más probable que esto los lleve a ser más creativos, a tener más ideas, a moverse más, a manejarse mejor con sus pares, a aspirar a ser líderes y a triunfar.
Ser activo o pasivo es parte del temperamento básico innato, pero también se puede aprender a no dejarse vencer por la pereza y el sedentarismo y buscar la motivación para iniciar una nueva vida con más actividad y movimiento.
Somos seres de hábitos y si decidimos cambiar el hábito de estar quietos la mayor parte del tiempo y nos atrevemos a iniciar nuevas actividades que nos exijan más movimiento, en breve sentiremos la necesidad de movernos más.
La obesidad se relaciona con la depresión, porque la comida calma la ansiedad y la fijación oral se instala en etapas muy tempranas del desarrollo, durante el período de la lactancia.
Puede que la depresión no sea manifiesta en una persona obesa, porque en general suelen ocultar lo que sienten con una máscara de falsa alegría; pero en el fondo sienten que son diferentes, tienen baja la autoestima y son inseguros.
Si una persona obesa desea cambiar su condición, llegar a ser más delgada y no volver a subir de peso, tendrá que cambiar radicalmente su estilo de vida por otro que le resulte placentero.
Tendrá que elegir trabajos que le gusten, intereses en los que pueda desplegar su creatividad y que le exijan más movimiento e incorporar una actividad física a su vida, que le agrade para hacerla en forma regular porque tendrá que practicarla siempre. Porque el placer en el cambio será la motivación que necesite para mantener la continuidad y no volver a los viejos hábitos sedentarios.
La comida “light” no tiene por qué ser aburrida e insípida, Hoy en día existen versiones bajas calorías de casi todo y además, cualquier programa para adelgazar permite comer ocasionalmente, alimentos con mayor valor calórico en forma moderada.
Tener un propósito en la vida y llegar a cumplirlo eleva la autoestima, permite confiar más en si mismo y ser más seguro y nos hace olvidar de la comida.
Una alta autoestima, la confianza y la seguridad, son características de personalidad que atraen y favorece las relaciones interpersonales.