1 - Los optimistas se aman, procuran un alto nivel de autoestima, se valoran y aprovechan lo mejor posible sus talentos personales innatos.
2 - Los optimistas aceptan a los demás como son, y no malgastan energías queriendo cambiarlos, sólo influyen en ellos con paciencia y tolerancia.
3 - Los optimistas son espirituales, cultivan una excelente relación con Dios y tienen en su fe una viva fuente de luz y de esperanza.
4 - Los optimistas disfrutan del "aquí" y el "ahora", no viajan al pasado con el sentimiento de culpa ni el rencor, ni al futuro con angustia. Disfrutan con buen humor y con amor.
5 - Los optimistas ven oportunidades en las dificultades, cuenta con la lección que nos ofrecen los errores y tienen habilidad para aprender de los fracasos.
6 - Los optimistas son entusiastas, dan la vida por sus sueños y están convencidos de que la confianza y el compromiso personal obran milagros.
7 - Los optimistas son íntegros y de principios sólidos, por eso disfrutan de paz interior y la irradian y comparten, aún en medio de problemas y crisis.
8 - Los optimistas no se desgastan en la crítica destructiva y ven la envidia como un veneno. No son espectadores de las crisis sino protagonistas del cambio.
9 - Los optimistas cuidan sus relaciones interpersonales con esmero, saben trabajar en equipo y son animosos sembradores de fe, esperanza y alegrías.
10 - Los optimistas también tienen épocas difíciles, pero no se rinden ni se dejan aplastar por su peso, ya que saben que aún la noche más oscura tiene un claro amanecer y que por encima de las nubes más densas sigue brillando el sol; que todo túnel, por más largo y oscuro que sea siempre tendrá otra salida y que todo río siempre tiene dos orillas.
Ser optimista es vivir lleno de amor real por todo lo que nos acompaña a vivir; es, de manera muy simple, saber que todo lo que es y pasa, tiene una razón y una consecuencia y que, con lo que intervenimos, haciendo o no haciendo y por humilde que sea, podemos crear, aumentar, reparar, prolongar lo bueno aunque nazca de lo malo y, de la misma forma, destruir, disminuir, dañar y acortar lo malo aunque haya nacido de algo bueno.
Ser optimista es poder encontrar lo que vale la pena en medio del dolor y la amargura, aunque haya sido una simple mirada o el esbozo de una sonrisa, es poder reconstruir un mal recuerdo a partir de una mejor revisión de los hechos y darnos el valor para ofrecer excusas, disculpas o perdón cuando comprendamos que esto es lo único bueno que pasa en algo que parece todo malo.
Ser optimista es cantar canciones diferentes de acuerdo a lo que sumen nuestros sentimientos, aunque tengamos que entonar con el sonido del llanto o el bramido de una ira o aún, el grito de un miedo…
Ser optimista es dejar que pase el tiempo para poder decantar el pensamiento y darle espacio a la duda para que pueda nacer un nuevo razonamiento que hoy aparte de ser una locura nos tortura de continuo.
Ser optimista es permitirnos ser buenos con la vida propia y con la ajena, para que surjan los muchos o pocos recuerdos gratos de la infancia y, además, permitirnos ser ingenuos ante lo que otros consideran maldad para, de esta manera, darle una oportunidad para que cambien.
Ser optimistas es, simplemente, encender luces.