Las mujeres posesivas no somos aquellas que amamos con la fuerza de un volcán. Asfixiamos con la fuerza de un volcán.
Quien ama no posee, porque las personas que aman saben que las personas no son objetos de los que se deba uno adueñar. Quien posee teme perder y sufre por ello. Quien ama disfruta de la vida y de quien tiene a su lado.
Tal vez no haya algo más hermoso que “tener todo lo que deseamos”; cierra tus ojos y piensa como sería tu vida si “tuvieras todo lo que deseas”; maravillosa, plena y satisfecha. Tener es un verbo casi mágico pero; lo siento siempre hay un “pero” en la vida; y en el caso del conquistador es cuidar lo conquistado. Quiero decir que quién amontona, amotina recuerdos y cosas; deberá saber aprender a cuidar de ellas. Nadie querrá dejar sus cosas al azar. Deberá custodiarlas, mirarlas, que no se arruinen, no se rompan, no se escapen, no mueran. Y poco a poco el tener, el grandioso y seductor “tener” se transforma en una soga al cuello.
Cuando hacemos más importante el tener que el ser, en materia de relaciones no estamos exentas de comportarnos de forma diametralmente opuesta a como lo hacemos con las cosas materiales.
Desarrollamos el sentido de la “posesión” en la forma más descarnada y confundimos a nuestra pareja, marido o novio con pertenencias de nuestras vidas y olvidamos que sólo son caminantes que coinciden con nosotras en el camino durante un tiempo determinado, algunos se quedaran varios kilómetros y otros algunos pocos; pero nunca nos pertenecen; sólo compartimos un instante o una parte de nuestra existencia con ellos.
Lamentablemente muchas mujeres no comprenden esto y en sus relaciones se cuelgan del otro con la certeza de que sus medias naranjas son de ellas por derecho divino. Cada quién marca entonces su territorio, los celos, los reclamos, los reproches y las amenazas comienzan a ser moneda corriente; y en el ámbito social las mujeres posesivas parecen subrayar el genitivo posesivo cuando se encuentran con otras mujeres o amigos en general, “mi esposo” o “mi novio”. Haciendo hincapié en que ese ser humano que las acompaña es “de ellas”.
¿Te has puesto a pensar alguna vez, cómo se siente ese hombre que despersonalizas para convertir en objeto de tu amor? Quizás piensas que halagado; pero con el tiempo te darás cuenta que sólo lo asfixias.
Quién posee lo hace por el miedo a perder; y sin conciencia alguna emprende el mismo viaje que no desea para su relación.
A ningún ser humano emocionalmente saludable le gusta sentir “pertenencia” a otro; todos reclamamos nuestra libertad y soberanía; tal vez el punto más importante del amor es que cada quién elige estar con cada cual y que se da por elección y no por “compra”, “dominio”, o “propiedad”.
Las anclas son para los barcos, no para los hombres.
Un amor atado, es un amor que no fluye y por lo tanto susceptible de morir.
El amor es una energía que requiere vibrar y recorrer el mundo; no nace para estar estancado a los miedos de quienes lo sienten; tu oportunidad de estar con ese hombre que te ama es única e irrepetible, no nubles tu cielo. Ama. Si sientes miedo no estás amando; estás enfocando tu energía en el miedo y eso mismo creas para tu vida. Disfruta tu momento, el sabor del encuentro.
Vive cada día con fluidez emocional, despréndete de las situaciones que sólo te esclavizan, la libertad es el estado más ambicioso y de paz al que puedes anhelar.
El amor es para sentirse y no para sufrirse. Cuando sufres no estás amando, estás parada en el miedo, aunque resulte extraño leer lo que escribo, y difícil de entender, es cierto. Cuando tenemos miedo no estamos amando, estamos teniendo miedo. El amor y el miedo no van de la mano, se excluyen uno al otro.
Vive en armonía, soltando lo que te detiene, liberando el pasado, asumiendo tu presente; admite la belleza de lo que te rodea, y aprende a ver a los ojos de los demás, confía, entrega tu corazón y disfruta al 100%.
© Autor: Chuchi González.
Coach Motivacional.
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