Alguien dijo alguna vez que en lugar de tratar de ganar más, habría que aprender a comprar mejor, porque muchos compran cosas que no necesitan y nunca usarán, alimentos que no consumirán, libros que no leerán, videos que no verán, electrónicos que no les servirán, ropa que no se pondrán, etc.
La publicidad se adueña de nuestros recursos y cuando apagamos el televisor ya tenemos una larga lista de cosas que desearíamos comprar, cursos que nos gustaría hacer, tratamientos capilares, dietas adelgazantes, rejuvenecimientos sin cirugía, tener un nuevo modelo de teléfono, programas de vacaciones, etc
Esta es una generación que ha nacido para estar endeudada. La tarjeta de crédito es una fórmula mágica que borra la culpa del comprador, porque le brinda la ilusión de que las cosas que compra no las paga y el deleite de tener el poder de llevarse lo que desea.
El dinero plástico, lejos de ser un elemento para reemplazar los billetes y poder comprar lo que se necesita, se ha convertido en una pesada carga que se lleva todos los ingresos y que hunde a los compradores cada vez más en un océano de deudas.
Lo cierto es que algunas personas, independientemente de lo que ganen, no pueden vivir si no gastan más de lo que tienen y están dispuestos a pagar no sólo lo que compran sino intereses sobre intereses.
La neurociencia está investigando este fenómeno y ha localizado un gen, relacionado con la tendencia que tienen tantas personas a consumir más de lo que pueden pagar, comprando con su tarjeta de crédito.
Existen investigaciones anteriores sobre la posibilidad de la influencia de una base genética en la forma de usar el dinero; pero los estudios actuales, realizados por investigadores de la Universidad de California en San Diego y en la Escuela de Economía de Londres, utilizando datos genéticos de más de dos mil jóvenes entre 18 y 26 años, que participan en el estudio longitudinal nacional de Salud Adolescente (o sea a través de los años); son los primeros en comprobar que existe una diferencia genética en las personas con este problema, que se relaciona con su versión del gen MAO-A, que es la enzima monoaminooxidasa, responsable de fragmentar los neurotransmisores, sustancias químicas que transmiten señales en el cerebro.
Las investigaciones anteriores evidenciaron una relación entre la impulsividad y las variantes que disminuyen la producción de enzimas MAO-A; y el nuevo estudio comparativo demostró que los portadores de un gen MAO-A de baja eficacia, tenían deuda de tarjeta de crédito, con una frecuenca 7,8% mayor que los sujetos con un gen MAO-A de mayor eficacia, teniendo en cuenta este estudio variables intervinientes como la educación y el nivel socioeconómico.
Las diferencias fueron sorprendentes en algunos casos, aunque la interpretación de estos resultados sólo significa la posibilidad de mayor riesgo de tender a endeudarse; porque existen otros factores genéticos y ambientales que también son importantes.
Lo cierto es que sin darnos cuenta, la mayoría de nosotros a la hora de comprar actuamos en función a lo que percibimos, con la creencia de que somos nosotros y no otros los que eligen qué compremos, porque en realidad estamos siendo inducidos de todas formas y maneras a consumir lo que la publicidad nos señala y nos propone, en forma reiterada y sostenida, hasta llegar a convencernos.
El mundo es una gran vidriera que crea necesidades ficticias y nos ofrece ilusiones que creemos nos harán sentir satisfechos, pero la realidad es que lo único que realmente colma nuestras vidas y nos hace sentir más plenos no se puede comprar, porque lo mejor no está en venta, es gratis.
Fuente: “Mente y Cerebro, Investigación y Ciencia”, “Nacidos para endeudarse”, Valerie Ross., Edic. enero/febrero 2011.