Desde hace siglos el hombre sabe el valor de la creencia en las enfermedades y en qué medida algunas patologías pueden curarse por artes mágicas o con engaños, con la condición que el enfermo crea en ellas.
Los antiguos chamanes combinaban la religión con la medicina y curaban con oraciones, aplicando sus manos en la parte afectada, recetando hierbas o pócimas, repitiendo palabras desconocidas y dibujando en el aire símbolos sagrados.
Curan aún hoy con estos métodos, el cuerpo, la mente y el espíritu y hasta son capaces de cambiar el curso de los acontecimientos.
La población a su cuidado creen en ellos y se entregan confiados a sus prácticas sabiendo que su medicina es eficaz.
Hoy en día, en poblaciones indígenas, el médico matriculado trabaja en combinación con el chamán de la tribu, por recomendación de las autoridades, porque sus conocimientos científicos no son suficientes para devolver la salud a los que están enfermos.
Este fenómeno nos remite a la importancia que puede adquirir el efecto placebo en un enfermo y cómo puede curarlo si éste cree que la sustancia inocua que le administran, es poderosa y eficaz para su tratamiento.
El efecto placebo es el fenómeno clínico por medio del cual las personas se pueden mejorar después de haber recibido un tratamiento falso, como un remedio que sólo es agua destilada o una pastilla de azúcar. No se investiga, como debería hacerse, porque la ciencia no puede explicarlo.
Es un resultado intangible que no puede analizarse en un laboratorio y que tampoco puede medirse; como puede ser todo factor psicológico inaprensible cuyo mecanismo se ignora.
Mientras tanto, a pesar de estas dificultades, algunos investigadores se atreven a mostrar el impacto del llamado efecto placebo.
En la revista New England Journal of Medicina, el coautor del trabajo de investigación, Ted Kaptchuk, de la Facultad de Medicina de Harvard, de Estados Unidos, publica los resultados de una investigación que muestran la importancia del cuidado de la relación médico paciente, además de la administración de las medicinas.
Los pacientes que se sometieron a estos experimentos eran asmáticos; y según estos estudios, los que inhalaron el medicamento albuterol para ayudar a los pulmones a trabajar mejor, no se sintieron mejor que los que fueron tratados con un inhalador placebo o con la práctica de una falsa acupuntura.
El Dr. Kaptchuk, está convencido que gran parte de la medicina es la relación médico paciente pero muchos médicos no piensan lo mismo y atribuyen que la cura se basa exclusivamente en la administración de un remedio.
Los pacientes que recibieron albuterol obtuvieron una mejoría de un 50% de sus síntomas, el mismo porcentaje de mejoría que tuvieron los que recibieron el placebo, mientras los que se sometieron a falsa acupuntura mejoraron un 46%.
La mejoría que experimentaron los asmáticos que se retiraron sin recibir ningún tratamiento, fue del 21%.
De modo que es evidente que tanto el medicamento como la buena relación entre médico y paciente deberían estar presentes en todo tratamiento, si se lo que se desea es lograr su mejoría.
Es sabido que es común que los pacientes que llaman para ser atendidos de urgencia, se mejoran cuando llega el médico sin que él haya hecho nada más que su acto de presencia y que cuando le toma la presión arterial a un paciente ésta suele presentar un registro mayor que el que realmente tienen, que los médicos denominan presión de consultorio, debido a la ansiedad del paciente cuando lo examinan.
El poder de la mente es vasto pero lamentablemente no es aprovechado por la mayoría de los médicos, con orientación organicista, porque no es posible cuantificarlo ni registrarlo.
Es necesario que todo médico aprenda a ver más allá de sus conocimientos médicos y no sólo se dedique a curar enfermos, como si fueran objetos, sino que además tengan la suficiente apertura y sabiduría para comprenderlos.
Fuente: Diario “La Nación”, Reuters. julio 2011