Aunque la risa no parece adecuarse a la imagen de seriedad que imponen algunas reglas sociales y el mundo de los negocios; el hábito de la risa en familia, en el trabajo o entre amigos, consolida las relaciones, afloja los momentos de tirantez, puede convencer a los rígidos, apacigua los malos y tiene un efecto saludable para el que ríe.
Algunos afirman que riendo se puede decir cualquier cosa, porque en tren de bromas nadie se ofende.
Los adultos pierden la costumbre de reír, apenas sonríen de vez en cuando y muchas veces lo hacen sin ganas, sólo por compromiso.
La risa tiene valor terapéutico, dice el doctor en medicina Ramón Mora, que ya hace más de diez años que se dedica a la investigación clínica en Medicina Preventiva y Salud Pública y a la docencia universitaria.
La risa tiene que brotar desde adentro para poder aprovechar al máximo sus efectos saludables.
Sin embargo, para obtener beneficios de la risa, no se necesitan motivos, ni se requiere ser feliz, ni tampoco es necesario tener gran sentido del humor. Sólo hay que estar dispuesto a hacerlo y convertirlo en un hábito.
Se puede pedir algo, saludar y hasta hablar, con una sonrisa, y como la sonrisa es contagiosa recibiremos a cambio más y más sonrisas y mejor trato.
La risa favorece la adaptación a cualquier situación, tiene el poder de bajar las defensas de los que no se permiten mostrarse vulnerables; inhibe la agresión y proporciona beneficios fisiológicos, psicológicos y sociales.
La persona de risa fácil tiene mejores oportunidades para desarrollarse y crecer y también para vencer obstáculos, ya que el sentido del humor es la mejor herramienta para resolver problemas difíciles y vincularse socialmente.
La risa tiene el poder de cambiar las actitudes de la gente y tiene efectos terapéuticos, aunque no sea espontánea, porque el cerebro no distingue la diferencia entre la ficción y la realidad. Por eso es útil aprender a reírse voluntariamente y ensayar para que se instale esa conducta y se pueda disfrutar de sus beneficios; porque se comienza riendo sin ganas pero se termina riendo en forma auténtica.
El que tiene el hábito de reír tiene también la capacidad de ver el lado cómico que tienen todas las cosas.
Las personas se ríen más o menos según como sea su personalidad. Se ríen más los extrovertidos que los introvertidos, los simpáticos más que los antipáticos; los desinhibidos más que los tímidos; los niños más que los adultos, las mujeres más que los hombres, porque aunque ellos puedan llegar a ser buenos cómicos, en sus casas son tristes.
La risa en el trabajo levanta la moral del grupo, fomenta la colaboración, eleva la autoestima, porque el que ríe en forma frecuente recibe más señales de afecto; incrementa la motivación; mejora el ambiente; favorece la comunicación y el rendimiento y reduce el ausentismo.
Cuando nos reímos desaparece la depresión y el negativismo; y además, se disipan las preocupaciones.
Los cambios que puede producir la risa, cuando se hace habitual, son espectaculares. El cuerpo pierde la rigidez, se hace más flexible y comienza a irradiar buena onda, salud, alegría y entusiasmo en todas direcciones.
Para que el hábito de la risa esté presente en nuestras vidas y podamos disfrutar de sus beneficios, se puede ensayar la risa cada vez que nos miramos al espejo todos los días; además, tratar de participar en situaciones alegres, elegir programas divertidos para ver por televisión o en el cine; estar con niños y ponerse a su altura; escuchar música agradable, bailar, celebrar cualquier acontecimiento, hacer actividad física entretenida y contar chistes.
El estrés es enemigo de la risa, porque el que está tensionado se toma la vida muy en serio creyendo que puede controlarlo todo y no tiene tiempo para reírse de nada, ni siquiera de sí mismo; porque está cansado, malhumorado y amargado, porque no puede disfrutar del ocio ni de la compañía y así, tan seriamente se va quedando solo.
La risa es el puente que nos vuelve a conectar con la vida, con los otros, y con nuestro trabajo.
Fuente: “La Risa”, Ramón Mora.