Cuando los que estudian el comportamiento nos alertan acerca del crecimiento acelerado de las conductas egoístas, conviene recordar el planteamiento del grano de trigo y la vida infecunda.
Si se vive encerrado en el espacio angosto de los intereses personales acaba uno por justificar cínicamente su egoísmo, argumentando razones tan banales como "todo mundo lo hace", o aquella otra que dice: "negocios son negocios".
Vivir es ocasión y posibilidad de plenitud. Quien sirve a los suyos y a la sociedad sin segundas intenciones, ateniéndose a motivaciones genuinas, termina encontrando el sentido de la vida y paladeando las primicias de la felicidad.