Dios ha planificado la vida del hombre de manera perfecta. Cuando nacemos y cuando envejecemos necesitamos del cuidado de los otros, además de su afecto y su empatía.
Empatía es ponerse en lugar del otro y tratar de comprender su mundo, solo de esa forma podemos ayudarlo. Cuando es con un pequeño la empatía surge espontáneamente, en la madre por el amor que siente por su hijo y en los otros por esa ternura y necesidad de protección que sentimos por los niños. Cuando esta se refiere a un anciano es un poco más difícil, porque la vejez del otro nos asusta, porque es algo desconocido para nosotros y nos asusta nuestra propia vejez. Nadie quiere envejecer. De todo se hace para retardarla.
Ponernos en lugar del prójimo, caminar sobre sus zapatos y entonces recién uno puede adquiere esa capacidad de comprensión para entender sus necesidades, miedos y deseos.
Cuando nacemos desconocemos todo y somos cuidados satisfaciendo nuestras necesidades. Luego en cada etapa de la vida vamos adquiriendo la sabiduría para enfrentar a la otra etapa sucesiva. Y así vamos andando, con ensayo y error, vamos viviendo. No se aprende en ningún lado a vivir.
En esta etapa adulta acerquémonos más a la próxima que nos espera (o no), la vejez, la ancianidad. Reparemos mas en ellos, aprendamos a escucharlos, muchos tienen muchas cosas importantes para transmitir además de sus conocimientos, esa sabiduría aprendida en tantos años vividos y no tienen quien los escuche.
Adquiramos paciencia para escuchar historias que ya oímos otras veces y seguro no será la última vez, ya sin molestarnos. Y en esas arrugas y caras curtidas veremos reflejada nuestra propia vejez o a nuestros viejos queridos. Entendamos porque se aferran a sus recuerdos y sus "cosas", como lo hemos hecho nosotros alguna vez. La vejez nos asusta, por lo desconocido y por no confiar en el proceso de la vida.
Que las cosas no sean más que eso "cosas". Como dice el principio de vacío, dejemos espacios vacíos para que se llenen de cosas nuevas. No nos aferremos tanto a lo material, y empecemos a regalar. No digo que nos deshagamos de todo, no, sino que aprendamos a desapegarnos de las cosas. Si después de todo, cuando nos vamos de esta vida, solo nos llevamos el amor que tuvimos y nos tuvieron.
Debemos respetar y amar a nuestros mayores, porque son los que nos precedieron en el camino de la vida y nos apoyaron cuando lo necesitamos, sean estos nuestros padres o tíos o abuelos.
Sobre todo en esta etapa de vida, cuando tenemos hijos grandes, donde el tiempo no nos corre, donde algunos hemos adquirido un poco de sabiduría, aprendimos a escuchar, a ser más pacientes, a no enojarnos por tonterías y a disfrutar más de la vida.
En esta etapa confiemos en el proceso de la vida y vivamos cada momento, pensando que quizás pueda ser el último, porque realmente hay dos cosas de las cuales no debemos hacernos problemas. Una el ayer, no podemos modificarlo, ya pasó y el mañana por que es algo que aun no llega y por lo tanto, disfrutemos el día de hoy, cada momento presente.
Y nunca, nunca dejemos de soñar.
(De mi correo)
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