Dos soldados arma en puño,
el uno del otro al lado,
con el pecho atravesado
cayeron sobre un terruño.
- ¡Caray, qué lucha tan fiera!
- ¿Fue tu brazo el que me hirió?
- Sí.
- ¿Me aborrecías?
- ¿Yo? Ni te conozco siquiera.
¿Y tú?... ¿Me has herido?
- Sí.
- A ellos! - el jefe decía -;
y, sin mirar lo que hacía,
el hierro en tu pecho hundí!
- ¡Caray, qué lucha tan fiera!
- ¡Vaya un modo de matarnos!
- ¡Nos herimos sin odiarnos!
- ¡Sin conocernos siquiera!
- Cómo duele esta herida!
- ¡Tampoco mi mal se calma.
- ¿Me perdonas?
- ¡Con el alma!
¿Y tú?
- Yo, con alma y vida,
Acércate,
- Será en vano:
estoy tan débil y tan...
- Dame tus brazos.
- Ahí van.
- Soy tu amigo.
- Soy tu hermano.
Tras indecible agonía,
expiraron en un punto,
el uno del otro junto,
murmurando: - ¡Madre mía!
De pronto retembló el suelo,
y un rey, cubierto de Gloria,
pasó gritando: - ¡Victoria!
¡ Y Dios!... ¿Qué dijo en el cielo?
autor; Juan Tomás Salvany