La soledad no es buena para los seres humanos, reveló un estudio publicado ayer en Science: modifica el cerebro afectando el normal desarrollo.
En el artículo se demuestra que los cambios en los cerebros de ratones que fueron aislados cuando eran muy pequeños podrían ayudar a explicar los serios problemas de comportamiento de niños abandonados. Los experimentos con los roedores sugieren que el abandono durante una ventana específica del desarrollo deja secuelas irreversibles en el desarrollo cerebral.
Durante la última década, los científicos han identificado déficits cerebrales y problemas de conducta en huérfanos rumanos que crecieron en ambientes de soledad con mínima estimulación social. Muchos de ellos presentan hiperactividad, impulsividad y conducta compulsiva como movimiento de los brazos. Aunque superficialmente amistosos, les es muy difícil establecer relaciones más fuertes.
Estudiando ratones que han sido aislados temprano en su vida, investigadores liderados por Gabriel Corfas, del Children’s Hospital Boston y Harvard Medical School, esperaban descubrir cómo la privación social peude afectar el desarrollo del cerebro.
Una vez acostumbrados, los ratones fueron puestos en uno de tres ambientes: uno fue una caja de lujo, con juguetes que se les cambiaban y habitada por amigos de similar edad, una jaula estándar de laboratorio con 4 ratones y la otra una celda en total aislamiento.
Tras dos semanas, los ratones en la suite de lujo y la jaula normal no presentaban anormalidades en su comportamiento ni en sus cerebros. Los ratones aislados eran retraídos socialmente, exploraban menos y poseían menor memoria de trabajo. Es más, se descubrió que tenían menor desarrollo en la materia blanca del cerebro, que ayuda a la comunicación entre las neuronas.
En una región llamada la corteza prefrontal, los ratones aislados tenían menos mielina, una sustancia grasosa aislante que se envuelve alrededor de las neuronas y les ayuda a transmitir sus mensajes. Se cree que esta parte del cerebro es crucial para actividades de alto nivel como las interacciones sociales.
Las células oligodendrocitos que producen la mielina también eran menos activas. Normalmente, ellas poseen una gran red de complejas ramificaciones, pero en los ratones aislados eran más pequeñas y menos elaboradas, con menos brazos.
El resultado muestra cuán sensible es el desarrollo de la mielina a la experiencia, según Corfas.
El periodo de dos semanas tras la separación de la madre fueron críticos. Si el aislamiento se daba tres semanas tras esa separación, los ratones no mostraban los déficit ni podrían revertirse los efectos luego colocando al ratón en una situación mejor.