LOS DARDOS Una joven chica, llamada Cecilia, es parte de la historia que relataremos a ustedes y que revive una experiencia que ella tuvo en una de sus clases, dada por un profesor famoso por sus lecciones objetivas, que eran siempre magníficas. Un día particular, Cecilia llegó a su clase convencida que le esperaba un día divertido. En efecto, al frente de la clase se había colocado un cartel de tiro al blanco, que era grande, de papel, sujeto al pizarrón. En una mesa, puesta al lado, esperaban los dardos que serían lanzados. El Profesor les pidió a los estudiantes que dibujaran la cara de alguien que no les gustara, o les hubiera fastidiado alguna vez. Esas caras serían pegadas con cinta adhesiva en el blanco del pizarrón. Los jóvenes empezaron a recordar sus malas experiencias pasadas y a quienes hacían responsables de su disgusto. Después, se alinearon en una fila para ir a colocar los dibujos en el blanco, y tirar los dardos. Uno por uno, pegaba la cara dibujada y retrocediendo unos pasos, apuntaba y disparaba. Algunos de los tiros por su fuerza, rasgaban el papel y perforaban el blanco. Después que cada uno hacía su disparo, el alumno siguiente, pegaba su dibujo encima del que ya había sido usado y hacía su propio disparo. Les resultaba muy divertido, tirar sobre esos rostros representativos de un dolor, un fracaso, una violencia. No entendían por qué estaban haciendo todo eso, pero sabían que el profesor les explicaría su significado. Y llegó el momento de finalizar la ronda de disparos poniendo fin al juego, dentro del límite del tiempo disponible. Cecilia, no había podido hacer su disparo y se sintió muy resentida y enojada por eso. La clase continuó. El profesor fue retirando cada una de las caras dañadas. Al llegar al último dibujo y quitar el papel que había servido de fondo, sorpresivamente apareció allí el rostro de Cristo que estaba debajo del blanco adherido al pizarrón. Un silencio cayó sobre el salón de clase, mientras que cada estudiante veía desmantelada la cara de Jesús, mostrando los agujeros y marcas dejadas por los dardos, sus ojos perforados...
El profesor los miraba con tristeza y en silencio. Lentamente tomó un libro del escritorio y, levantándolo para que todos lo vieran, caminó al frente de la clase, delante del pizarrón que aún mostraba los jirones de la imagen del rostro de Cristo. Luego se detuvo y dijo estas palabras acompañadas de una mirada dulce y triste. Alumnos, acá –y mostraba el libro que conservaba en sus manos- dice: “Si a uno de tus semejantes le haces daño, me lo haces a Mí”. Lo dice la Biblia en Mateo 25, 40. No había necesidad de otras palabras. Las lágrimas llenaron los ojos de los estudiantes. Los ojos de Cecilia también, que ahora se alegraba de no haber disparado sus dardos.
Hola Lety, hace dias estoy un poco ausente, pero cuando entre al grupo enseguidas lei tu mensaje. Como a Ceci me resulto muy grande para leerlo bien, pero lo lei y me gusto mucho, y es un mensaje muy verdadero de amor y conducta, que deberiamos tener muy en cuenta, y el final, que cuanto se hace a uno de nuestros semejantes y cuando decimos esto aplica tambien a todo lo de la naturaleza y animalitos, es como si se lo hicieramos a Dios mismo.
Somos uno con el todo, somos uno con el universo, por eso debemos tratar de hacer el menor daño posible, cuando herimos, golpeamos o matamos, lo estamos haciendo a nosotros mismos como parte del todo Universal, somos la misma alma dividida en pequeños pedacitos, pero somos todos hermanos, somo UNO..
QUE TE SIENTAS MEJOR, cuidate, es el calor que nos tiene mal, y la elevada humedad, nuestra zona se esta haciendo tropical y nuestro cuerpo no se acostumbra.
HOLA LEO SI ES EL CALOR EN LO PARTICULAR MUCHO NO LO RESISTO PERO IGUAL ME GUSTA EL VERANO PORQUE LA ANERGIA ES OTRA QUE EN INVIERNO HAY MAS ALEGRIA, Y SI SOMOS TODOS PARTE DEL MISMO AMOR .