En aquel tiempo cuando los discípulos usaban aretas, Jesús le entregó un par de ellos a su amigo Lázaro para que se los guardara.
Cuando Lázaro murió, Jesús fue a resucitarlo y le llamaba:
- Lázaro… las aretas. Lázaro… las aretas. Lázaro… las aretas.
Se despertó Lázaro y le recriminó a Jesús, diciéndole:
- Jesús… Jesusetas.