De lejos semeja una lúgubre penitenciaria adentrándose en el Mar de Ansenuza, delineando su perfil en el . Es la única que sobresale del piso. Todas las demás desaparecieron tragadas por la fuerza de la inundación que azotó a la ciudad de Miramar (Córdoba) entre 1977 y 1985. Poco es lo que queda de aquel balneario mediterráneo que supo acoger a más de 70.000 veraneantes por temporada. La naturaleza y las explosiones controladas por el Ejército Argentino en 1992, demolieron lo que sobrevivía de un pueblo anegado por el agua salada de la hoy laguna de Mar Chiquita.
Pero el Gran Hotel Viena se mantiene en pie.
Gigantesco, monolítico, exhibiendo un estilo arquitectónico racionalista, en un contexto general que lo que menos tiene es de racional, el Gran Viena sigue luchando contra el abandono, la desidia gubernamental y la humedad salina que lo acosa año tras año, sin terminar de destruirlo del todo.
Es un símbolo del pueblo, un atractivo turístico poco explotado y un misterio histórico que aún requiere de su Champollión para que pueda descifrar un pasado sin fuentes escritas.
Cual un fogón imaginario, el Gran Hotel Viena propicia el desarrollo de leyendas, rumores sin confirmar e historias locales que, alimentadas por la casi inexistente documentación y una tendenciosa inclinación al ocultamiento, generan un universo misterioso en el que se mezclan criminales de la Segunda Guerra Mundial, extrañas inversiones de origen nazi, envenenamientos, lavado de dinero y, desde hace poco, fantasmas.
La historia del viejo hotel está aún por escribirse. A la fecha ningún libro le ha dedicado un estudio pormenorizado, a no ser unas pocas líneas en trabajos periodísticos por Internet o referencias en obras —no demasiado académicas— que tratan el tan vapuleado tema de la presencia de Adolf Hitler en Argentina. Y no los culpo. El Gran Hotel Viena es un poderoso catalizador de fantasías. Su sólo aspecto, enclavado en una reciente península, invita a imaginar sucesos que nunca ocurrieron. Su impenetrable silencio no tiene —a la fecha— fuentes en las que basarse para rescatar de él alguna historia fehacientemente confirmada.
Mudo, críptico, oscuro, el hotel habla por boca de otros: los vecinos de Miramar, que se constituyen en los únicos guardianes del patrimonio oral e intangible que nos permite adentrar hipótesis provisionales sobre su verdadera historia.
Es un trabajo insalubre. A veces peligroso, en especial si se vive en el pueblo, ya que un pacto de silencio parece haberse firmado entre los más viejos, reacios a que el Gran Viena divulgue sus historias. Pero siempre despunta alguien con la firme voluntad de rescatar la verdad del olvido. En el caso del Gran Hotel Viena esa persona se llama Patricia Zapata, la guía turística local.
Ella y un reducido grupo de personas, acantonados en la Asociación Civil Amigos del Gran Hotel Viena, están en la ardua tarea de desempolvar el devenir histórico del edificio. Pocos son sus recursos y menor el apoyo que reciben por parte del gobierno provincial (que aún no se ha dignado en declarar al viejo hotel como patrimonio histórico), a pesar de ser el atractivo turístico más importante y visitado que tiene el pueblo de Miramar y toda la región noreste de Córdoba.
Lo que Patricia Zapata ha conseguido es inmenso. Guiada por un entrañable amor al hotel y una curiosidad infinita, “La Loca del Viena” —como ella misma se autodenomina— consiguió reconstruir, a partir de testimonios orales, mucho más de lo esperado. A su trabajo “en solitario” es que le debemos la poca información que disponemos y no cabe duda de que la historia de esa mole levantada a principios de la década del ’40 quedará, indefectiblemente, ligada a su apellido.
Sólo recientemente sus planos fueron desempolvados, revelando que muchas tradiciones orales eran ciertas. Pero, ¿qué sucedió con todos sus registros? ¿Dónde están los documentos que certifican sus primeros años de vida? ¿Se perdieron o los perdieron? ¿Fueron destruidos o descansan en alguna buhardilla olvidada de la localidad cordobesa de La Cumbrecita, tan ligada a la historia del nazismo? ¿Qué esconde el Gran Hotel Viena que sigue molestando a tantos? ¿Qué motivos hay para que muchos pretendan seguir manteniendo en el olvido la historia que transcurrió entre sus paredes? ¿Nazis? ¿Criminales de guerra escondidos tras el apellido de algún bienintencionado vecino? ¿O estamos dejándonos llevar por la imaginación?
Ésas y otras preguntas serán las que intentaré responder en este reducido ensayo a partir de la información que recabé hace muy poco tiempo, en el viaje que hice a Miramar. Quiero expresar mi más profundo agradecimiento a la persona que tuve por principal informante y a la que le debo casi todos los datos recabados: la miramarense y guía Patricia Zapata. De no ser por su generosidad y compromiso con la historia del Gran Viena, su pasado seguiría siendo mucho más oscuro de lo que es en la actualidad.
El Gran Hotel Viena desapareció en 1980; sus orígenes se relacionan con la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, y muchos relatos afirman que fue construido con capitales nazis.
Mucho se ha dicho sobre los secretos que alberga este edificio con sus "piernas" mojadas por las aguas saladas de la laguna, hoy en gran estado de deterioro.
Sucede que el Gran Hotel Viena había sido inaugurado en 1945 por un matrimonio de origen alemán vinculado al nacionalsocialismo, los Palkhe, que lograron convertir a Miramar en un atractivo centro turístico internacional que ofrecía, desde su laguna, las propiedades curativas del agua y del fango.
En este marco, los testimonios que perduran en el tiempo hablan de una nunca confirmada breve estada de Adolf Hitler en este edificio cuando, allá por 1945, habían llegado al hotel, bajo un hermetismo total, tres vehículos oficiales negros. Previo a eso se había desalojado y licenciado a la totalidad del personal de servicio, lo que alimentó el misterio en torno de este episodio nunca comprobado.
Lo único cierto de esta apasionante historia que rodea al Viena es que en la actualidad queda una imagen fantasmal pero siempre asombrosa de aquel hotel que en la década del 40 vivió su máximo esplendor.
El Gran Viena contaba con todo tipo de lujos y comodidades que distinguían del resto a este establecimiento de 84 habitaciones para los huéspedes y que era un auténtico cinco estrellas... ¡en una localidad de apenas 1600 habitantes!