Silvina Corzo respira tranquila. Estuvo a punto de perder su casa en un remate, pero un hombre al que conoció minutos antes de la subasta, le devolvió el alma al cuerpo. El, Claudio del Valle, quedó conmovido al saber que la venta dejaría en la calle a la mujer con sus dos hijos, de 13 y 8 años. “Voy a intentar comprarla y después me la paga cómo puede”, le dijo. Y tanto sufrimiento tuvo un final feliz: Del Valle ganó el remate y cumplió con su palabra. “Me lo puso Dios”, agradece la mujer.
Hace 15 años, Silvina compró un terreno en el barrio de Vista Alegre de Bahía Blanca a un vecino que, en realidad, la engañó. El baldío pertenecía a una inmobiliaria y arrastraba una deuda que derivó en el remate. El proceso judicial avanzó, pese a que la mujer, con su trabajo de empleada doméstica y el esfuerzo de su familia, había logrado levantar una casa que creía propia. Una semanas atrás logró terminar su baño, llevar el gas y otros servicios. “Lo compré de buena fe y me estafaron. Sentía una gran impotencia”, dice Silvina.
Todo parecía perdido. Primero colocaron el cartel de remate. Luego, empezó el desfile de potenciales compradores que quería ver la casa subastada. “Cuando venían, sólo pensaba en mis hijos y en cómo iba a decirles que nos quedábamos sin casa”, cuenta a Clarín Silvina, que está separada de su marido. Desconocía que entre aquellos interesados, estaba quien la iba a salvar. Del Valle vive en Puan, a 250 kilómetros de Bahía Blanca, es transportista y se dedica a la compraventa de propiedades. Estuvo en la casa y le interesó. Por eso el martes fue al Colegio de Martilleros de Bahía Blanca, donde es habitué. Recién allí se enteró del drama que se ocultaba detrás de la fría letra del expediente judicial. “Antes de empezar la subasta, vino Silvina y me preguntó si la iba a comprar. ‘Si eso pasa, me quedo en la calle’ me dijo. Me conmovió. Le respondí que lo único que podía hacer era comprarla y que me la pagara como pudiera”, contó el hombre. Y así fue. La puja –entre los gritos de familiares y vecinos de Corzo que pretendían evitarla– comenzó en 2.000 pesos, pero subió rápidamente por la gran cantidad de interesados. Al llegar a 70.000 pesos, Del Valle ofreció 1.000 más y pidió al subastador que bajara el martillo y acabara con ese sufrimiento que atravesaba la sala. Tras el grito de “vendido”, Silvina se dejó caer en los brazos de su familia que no podía creer lo sucedido. Su madre se desmayó y tuvo que ser asistida por una ambulancia.
“Estoy tranquilo porque pude cumplir con mi palabra. Le dije que nadie la iba a sacar de su casa y así será”, afirmó Del Valle en declaraciones radiales. “Vengo de una familia humilde y de criarme en la calle. Ahora soy padre de familia y uno tiene que tener corazón”, agregó el hombre que tras el remate, volvió a su pueblo con una paz interior que nunca antes había vivido. “Vengo seguido a los remates, pero jamás me pasó esto” confesó.
En Bahía Blanca quedó Silvina que al retornar a “su” casa, no tuvo que dar la mala noticia que tanto había temido a sus dos hijos, Brian y Camila. “Ellos no saben lo que pasó y es mejor así. Era lo que más me preocupaba”, comentó la mujer que, desesperada aunque afirmada en su fe, buscaba un milagro que finalmente se dio. “A este hombre me lo puso Dios en el camino. No tengo palabras para agradecerle”.
La mujer jamás olvidará este 2013 en que volvió a nacer dos veces. En julio, cuando llevaba a su hija al colegio, fueron arrolladas por un tren en las vías que pasan cerca de su casa. La vida les dio a ambas una nueva oportunidad. Volvió a ocurrir esta semana.